Anteayer se abrió al público en la Tate Modern Gallery de Londres una instalación que consiste en 14.000 bloques de polietileno blanco, apilados según distintas estructuras, que forman una especie de laberinto frío, como la gigantesca fotografía de un paisaje del Polo Norte descompuesto en píxeles tridimensionales. La autora, Rachel Whiteread, se inspiró en sus paseos conceptuales por el Ártico.
La sala de turbinas de la Tate donde han puesto su obra (que después será reciclada) es un espacio enorme que alterna obras de arte descomunales con la impresionante turbina de hierro que quedó de la antigua fábrica, una de las mejores piezas del museo. Cada año, desde hace seis, una nueva instalación se convierte en un must, algo que hay que ver, con las suficientes dosis de provocación y de juego como para que la sala sea una inacabable romería de visitantes.
Este año le ha salido un audaz competidor en el museo al aire libre de Melilla. Un colectivo de artistas africanos ha hecho coincidir la obra de Whiteread con otra gigantesca instalación: 14.000 escaleras de entre tres y seis metros de largas, construidas todas ellas con dos ramas delgadas y unos palos atados con tiras de tela.
Es impresionante la sencillez casi mística de su ejecución. Apiladas como yo apilo las varas de las judías, todas son iguales y el montón parece la leña de una colosal pira funeraria o, según se mire, el nido del ave fénix. Los rimeros de escaleras contrastan con una monstruosa alambrada de la que cuelgan los mismos trozos de tela que sirven para atar los peldaños de las escaleras. La unión de la madera humilde y pura con las alambradas de metal gris, sucias polvo y de sangre, ha sido muy alabada por los críticos de arte conceptual.
La instalación multimedia se completa con una monumental pantalla de vídeo donde se proyecta una imagen con cierto aire dadá: bella por incomprensible, emocionante por repetitiva. Una mujer africana, asomada a la ventanilla de un autobús, llora con desesperación y repite con monotonía y cierta dulzura desahuciada unos mismos sonidos, algo así como pliiz, pliiz, pliiz.
La obra de Whiteread será reciclada al igual que su audaz competidor de Melilla. La diferencia la marcan los autotes, Whiteread tendrá nuevas oportunidades para seguir creando y el colectivo de artistas africanos seguirá la misma suerte que su obra.
ResponderEliminar¿Qué suerte, la de arder como la pira o la de resucitar como el ave? Quizá sea esto último, solo que el Ave Fénix, faltaría más, nacerá con gripe aviar.
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