3.11.05

Gota 2


Todos los días paso por delante de una estatua de Escriche que lleva tiempo estropeada. Está en un parque del Ensanche, detrás de las piscinas, donde el antiguo meadero de los perros. Es una mujer desnuda, sentada, que eleva por encima de su cabeza un botijo vuelto del revés por cuyo pitorro cae una gota de agua, o bien un lienzo mojado cuyas últimas gotas escurre la mujer sobre sus labios. La mujer apura el botijo –o el paño– y su actitud es de esperanza en que hasta la última gota pueda saciar toda su sed, con la misma determinación con que se ducharía bajo un chorro inagotable.
La mujer es muy atractiva. Su busto es de sirena, pero sus piernas son de madre. Muslos gruesos, ásperos y descuidados, las manos en ofrenda pagana y los pies que apoyan para descansar de las durezas. Pero la imagen no puede estar más viva. Esa última gota es eterna, y ha caído durante meses en la boca de hierro de la estatua. Un reguero de óxido va corroyéndola como un regato de podredumbre que le pasa por la barbilla y por el cuello, que se ensancha entre los pechos y se encharca en un vientre cansado. Los estragos de la gota parecen una carcoma, una fruta podrida, pero hay también algo agradable y otoñal en aquel vivero de organismos devoradores, y es, desde luego, un canto a la persistencia.
Es inevitable la sensación de que las gotas acabarán por taladrar la estatua, la abrirán en canal y dejarán al aire sus entrañas de metralla. Pero eso le añade belleza, porque le añade tiempo. Muchas veces, cuando paseo a su lado, pienso en quién durará más, si ella o yo. Alguien debió de pensar lo mismo y le cortó el agua, quizá para que el orín no fuese a más. Pero en ese gesto de buena intención o de simple desidia no ha hecho más que matarla. Esa estatua, mientras no siga cayendo el agua, será solo un recuerdo de sí misma. Mientras no se siga lentamente destruyendo, no estará viva. El monumento está dedicado a los donantes de sangre. Aunque sólo sea por eso, el Ayuntamiento debería arreglar ese grifo. En invierno, con los hielos, todavía es más hermosa.

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