9.3.06

Botón


Lo único que sé decir en alemán es esta frase: Wovon man nich sprechen kann, darüber muβ man sweigen. Ni siquiera sé si se escribe así. Es la última frase del Tractatus de Ludwig Wittgenstein, y significa algo así como De lo que no se puede hablar, mejor es callarse. La frase me hizo gracia, y con el tiempo dio un curioso resultado. Alguna vez alguien me ha preguntado si sabía alemán, y yo, dependiendo de las circunstancias y de mis ganas de confundir, he contestado con esas palabras, suficiente para dar por zanjada la conversación sin aclarar las cosas en absoluto, una sensación similar, por cierto, a la que yo tuve cuando mis ojos transitaron por el libro de Wittgenstein.
Ayer, leyendo Brooklyn Follies, la estupenda novela de Auster, me enteré de un episodio muy significativo en la vida del filósofo. Dice que, cuando Wittgenstein creyó resueltos todos los problemas de la filosofía, decidió retirarse a las montañas de Austria y trabajar de maestro en la escuela de una aldea perdida. Su falta de paciencia con las imperfecciones de la infancia le llevó a maltratar a sus alumnos, hasta el punto de arrearles puñetazos y patadas. Tuvo que largarse del pueblo por piernas, pero muchos años después necesitó deshollinar su vida, y regresó de nuevo a la aldea y, uno por uno, fue pidiendo perdón, incluso de rodillas, a sus antiguos alumnos, ya padres de familia, muchos de ellos con hijos pequeños. No consiguió que ninguno le perdonase.
Esta anécdota creo que me ha hecho entender el Tractatus definitivamente, así como aquella otra (creo que la cuenta Quincey en Los últimos días de Kant) según la cual el filósofo de la razón pura tuvo que abandonar un día la clase precipitadamente, presa de la angustia y el desconcierto, porque a uno de sus alumnos le faltaba un botón en la chaqueta y eso generaba una asimetría que Kant no podía soportar.
Me pregunto cómo habría sido la historia del pensamiento si todos sus protagonistas hubiesen vivido en la permanente asimetría, o si los filósofos, antes de publicar un libro, hubiesen estado siempre obligados a enseñar en una aldea, sin más autoridad que su palabra. Me pregunto si Wittgenstein escribió esa frase antes o después de perder la dignidad a bofetadas.

4 comentarios:

  1. Definitivamente la escribio después de perder su dignidad. Bien dicen que de los errores se aprenden y se aplica en todo momento de la historia e idiomas.

    Saludos

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  2. ¡Qué consuelo! Yo no aspiro a ser mejor que Wittgenstein, y como actualmente en mi instituto está de moda andar a patadas con los alumnos, creo que me voy a animar.
    Saludos

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  3. Anónimo7:34 p. m.

    la frase del tractatus es muy significativa, pero anterior a la experiencia de wittgenstein con los niños austríacos. hay que entenderla como lo que es: hay cosas que se pueden decir y cosas que sólo pueden mostrarse. después de escribirla, abandonó la filosofía y se dedicó a los niños, para más tarde retomar su labor docente e inverstigadora. para más información al respecto, nada mejor que la biografía que escribió ray monk. imprescindible.

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  4. Muchas gracias por tu comentario, blanca t. En efecto, el propio Auster remite a la biografía de Monk. Detecto un muy elegante reproche, no sólo por no conocer a fondo a Wittgenstein sino por cebarme con un episodio marginal. Ya tampoco soy partidario de juzgar a los escritores por su vida sino por sus escritos. En realidad mi intención era otra, acaso la que provocó el comentario de Laura, y en el fondo pensaba más en Stevenson que en el propio Wittgenstein. Como penitencia, me leeré la biografía de Monk. ¿Hace?

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