16.8.06

Folletín 2


Ya he despejado este blog de los capítulos de Los ojos del río. Han terminado de salir y se han ido a vivir a su propio blog. El folletín, hoy 15 de agosto, Virgen de la Paloma, sigue publicándose en el Diario de Teruel. Creo que hoy tocaba el capítulo 11, Como las campanas.
El nuevo blog no está completo porque sigo incorporando los dibujos de Juan Carlos Navarro. Sólo faltan cinco o seis. Mañana, en Teruel, me daré ese raro gusto de comprar el periódico y sentarme en un bar a tomar un café y leer el capítulo correspondiente. Por modesto que sea el empeño, no creo que suceda nada igual en ningún otro periódico del país. A principios de los noventa hubo una proliferación de folletines que con los años se han disuelto en esos bazares de píldoras de tiempo que son las revistas de agosto. En todo caso, si algún bernardino conoce algún caso semejante, le agradecería que me lo dijese.
El síntoma definitivo de que Los ojos del río ya ha volado es que no me preocupa el resultado y, sobre todo, que ya he empezado a pensar en el folletín del año que viene, si es que no salen escocidos por haber repetido con nosotros la experiencia. No creo que tengan por qué, y en cualquier caso es una idea que voy a seguir con mucho gusto.
Si en algo creo que he sido fiel a lo que me propuse, es en el lenguaje de Balbino. Pero también es verdad que he salido un poco harto de tantas limitaciones. Acabo el folletín con sed de borrachera verbal, con ánimo juguetón paronomásico, y con ganas de iluminarlo todo con luces de colores. Así que he decidido que el próximo folletín romántico por entregas será una novella modernista. Y no digo más. Tan sólo termino de sacar de aquí al recién nacido y ponerle nombre al nuevo engendro: La flor de hierro. No la contará un jubilado sino una niña de diecisiete años, no será en invierno sino en primavera, no estará escrita en lenguaje oral sino en pedrería modernista, y no sucederá en un presente difuso sino a principios de siglo, en 1911, cuando su padre, el arquitecto municipal Pau Monguió, emprendió la construcción de la iglesia del Salvador, en Villaspesa, Teruel. Eso es lo único que no ha de cambiar.
Por cierto: la tipografía de la foto es la Kennerley, que la fábrica Goudy, la más modernista de todas, sacó al mercado en 1911.