10.10.07

MEMORABILIA


Diario de Teruel, 10 de octubre de 2007

La Ley de la Memoria Histórica está dando lugar a una serie de graciosos contrasentidos. Para empezar, tiene toda la pinta de ser un clavo, quizás el último, en el ataúd de lo que se trata de recordar. Es decir, aprobamos la ley para olvidarnos del tema. Quizá por eso se ha retraído ERC de sumarse a su aprobación, porque tiene todo ese tufo injusto de las leyes de punto final, aunque yo más bien creo que su actitud forma parte del folklorismo izquierdista tan caro a su líder, esa cosa tan emocionante de cantar himnos patrióticos con la barbilla en alto y de pensar que una república es, por definición, una república de izquierdas, justa y enrollada. El diario póstumo de Anna Politkóvskaya, que se vende hasta en el Sabeco, es una muestra bien reciente y memorable de cómo puede degenerar una república democrática en pleno siglo XXI. Y todos los nacionalistas de izquierda (otro contrasentido) comparten ese ramalazo entre paternal y soberbio de quien considera una indecencia estar de acuerdo en algo con el vecino.
Pero la simetría de la intolerancia y del olvido llegó al otro extremo del Parlamento, a la derecha curamerina, para quien el pasado no existe ni ha existido nunca, para quienes no sólo no hubo una guerra con mil muertos diarios durante tres años sino que tampoco hubo un partido que se ha pasado otros tres años clamando por la verdá. “Hay que mirar al futuro”, dice ese prodigio de profundidad intelectual que es Ángel Acebes, antes de interpretar uno de sus silogismos para idiotas.
Ni al PP más chillón y ni a la folklórica ERC les interesa tomarse en serio, es decir, recordar sin más, conocer lo sucedido, la página más salvaje de nuestra historia. Los dos han olvidado que es más importante la buena vecindad que la pureza ideológica. Unos quieren perpetuar los papeleos y las condecoraciones, y otros eliminar la historia como ciencia, cuando de lo que se trataba era de algo tan elemental como enterrar a los muertos, y acordarse de ellos.
La Ley de Memoria Histórica no debería ser una ley de reparación sino de obligación, la obligación del Estado de que todos los ciudadanos sepan hasta qué extremos de odio puede llegar un ser humano. Eso no se recuerda con himnos partisanos ni bombardeando el cielo de beatos, ni cambiando la historia como si fuera una noticia del corazón.
¿Y luego dicen del Rey? El Rey es nuestro placebo. Sabemos, porque nos lo han dicho, que no sirve para nada. Pero a lo mejor ese no servir para nada puede resultar muy útil, porque supone la garantía de que nunca lo sustituya un político con complejo de Putin. No llevará dentro ningún remedio, pero por lo menos no da dolor de cabeza, ni quita el sueño, ni adormece, ni nos borra la memoria.

1 comentario:

  1. Y en el seno de la "Madre Democrática Unión Europea" tenemos un ejemplo parejo, y nunca mejor dicho, en los gemelos Lech y Jaroslaw Kaczynski. Si los dejan, y con eso de que se confunden o pueden estar, como el Dios a quien veneran, en varios sitios a la vez, nos vemos pronto cumpliendo a rajatabla la cuaresma, rezando en las escuelas y permitiendo sólo "libertadas razonables" (entiéndase: gritar en el fútbol)

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