10.5.08

FOTO


La foto es de finales de los años sesenta o principios de los setenta. La boda es en un restaurante con sillas de formica. Los comensales beben vino con sifón. El vino es a granel, la botella vacía termina en un reborde para enganchar luego un tapón como el de las gaseosas. Ya ha terminado la comida. Las sillas están vacías, los comensales han debido de ir a bailar al fondo oscuro, sobre la mesa queda un clavel y un palillero de plástico, el borde de dos vasos vacíos, un plato de café con una cucharilla que ahora sirve como cenicero. El niño está dándole su primera calada a un cigarro. Es una gracia.
El niño está muy concentrado en lo que hace. Sujeta el cigarrillo con el índice y el pulgar, y los otros tres dedos los mantiene muy cerrados, como en posición fetal. El niño baja la cabeza y entorna los ojos, y la otra mano está un poco levantada, como presta a ayudar a la que sostiene el cigarrillo, en una edad en la que casi nada se hace con una sola mano. Esta mano tiene sin embargo la misma posición que la otra, también juntos el pulgar y el índice y cerrados los otros tres. Las dos manos hacen lo mismo. Las dos fuman, las dos siguen cerradas.
Tras él, la mano de la madre también está preparada para coger el cigarrillo, o como si no la hubiese relajado después de dárselo. No está dispuesta a que el cigarro esté en esa boca más tiempo del que se necesita para la foto. Es una broma habitual de aquella época, cuando el tabaco se juzgaba en términos sociales, no médicos. La madre sonríe porque acepta la broma pero es una mera sonrisa ocasional, aunque también, con esa misma curvatura de los labios, representa su punto de fastidio. No le hace ninguna gracia, la tolera pero mientras la está tolerando le parece que ya vale de tonterías, y la mano no se separa de su acción inmediata, quitarle el cigarro al niño, no jugar con fuego. La madre ha prescindido de la foto. Los ojos que debían estar mirando a la cámara están tan concentrados en su hijo como los del niño en el cigarrillo. Sólo mira al niño y ese momento está siendo demasiado, y una mano endurecida, con las falanges marcadas por la incipiente artrosis o por el trabajo, está para garantizar que todo va a durar lo mismo que la foto pero ni un instante más. Ni siquiera se ha molestado en subir hasta su cabeza y peinar esos mechones que le caen sobre la frente, y que tanto la favorecen.

5 comentarios:

  1. Muy buen ejercicio pero, ¿qué fue de aquel folletín del que publicó aquí dos capítulos?

    ResponderEliminar
  2. Retomaré el folletín a principios de julio. Hasta entonces estará en la incubadora. Gracias por acordarte.

    ResponderEliminar
  3. Me ha gustado mucho tu descripción de la foto y me ha traído recuerdos de esa infancia, la del primer cigarrillo. Acabo de leer un libro de J.José Millás -El ojo de la cerradura- donde también selecciona una serie de fotos que le sirven de pretexto para escribir sobre otras cosas.Tú, en cambio, te centras en ella y le sabes sacar mucho partido porque eres buen observador y detallista. Te felicito. Un afectuoso saludo

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias, Luis Antonio. Me faltó el detalle de que esta foto fue tomada, si no me equivoco, en los baños de Mongat.

    ResponderEliminar
  5. Anónimo7:21 p. m.

    llevo dias esperando el tercer capitulo del folletin , no me importará esperar hasta julio,

    ResponderEliminar