28.9.08

VICKY CRISTINA BARCELONA


Llevo un par de semanas leyendo malas críticas de Vicky, Cristina, Barcelona, muy poco de fiar porque cuando ves la película te das cuenta de a qué melindre hispánico responden. Es un caso de papanatismo clásico, esa obligación moral que tienen muchos de criticar todo lo que sea demasiado claro. Les parece que si no hay sopor no hay tuétano, pero si además se erigen en jueces de cómo ha retratado Woody Allen Barcelona, resulta que casi nadie se atreve a dar un veredicto a favor, como si fuese, todavía, demasiado poco cool.
Para ellos es reprobable que un director americano convierta Barcelona y Oviedo en un mismo paisaje toscano, bañado con luces de Bertolucci y amenizado por la guitarra de Paco de Lucía, o que a una mujer española la vista de rompe y rasga y de ni contigo ni sin ti, con lo que abunda la especie, y lo divertida que puede ser. Los cinéfilos encorvados reprochan que un narrador plantee la escena con sencillez insuperable, o que los personajes se sienten y se pongan a hablar, y digan cosas comprensibles y profundas, y enuncien sus pensamientos con claridad. A uno le gustaría hablar con todo el mundo como hablan los personajes de Woody Allen, que siempre son correctos y precisos pero nunca se cortan un pelo. La buena educación de sus criaturas les permite plantear sus dilemas sin subterfugios ni medias tintas ni miradas que duran medio minuto. Hablar correctamente y con diálogos fluidos los hace más libres, a ellos y a mí que los escucho.
A los catadores de cine diplomados no les gusta, en fin, que un director haga películas con la minga, como se suele decir. Da la sensación de que ha aceptado el encargo de Jaime Roures y con un toque aquí y otro allá lo ha convertido en una buena película. Los personajes se dedican a lo más conveniente para el contenido de las postales junto a las que tienen que posar. Pero, al contrario que a tantos otros directores, Woody Allen no da la paliza con el verdor de las frondas asturianas ni con las filigranas modernistas de Gaudí. Son postales, son el decorado, nunca más que el decorado. La sustancia, la chicha, Woody Allen, es la historia, dibujada siempre en cuatro trazos rápidos, amenos, suficientes. Las chicas están guapísimas y todas son creíbles. Todo es tan agradable que ni siquiera odiamos a Bardem por estar tirándoselas a todas. Un donjuán simpático es de lo más difícil que hay en cuestión de mitos.
La noche anterior, el viernes, había estado viendo, por fin, La soledad, ese peliculón que iba a revolver los cimientos de la narración cinematográfica contemporánea. Vaya castaña. Parecía un anuncio de puertas. Los diálogos están más tiesos que la mojama, nadie dice nada con naturalidad. Todo son medias palabras, frases que habría que decir de otra manera, o por lo menos doblar la película para que la cosa se pueda escuchar. Creo que en Tiro en la cabeza los diálogos ya ni se oyen. Sabia decisión, porque contratar a un dialoguista le habría salido más caro.
Dejé a mitad la película porque además era un rollo. Vi a un tipo pedir dinero a su exmujer con una frase con la que nadie jamás ha pedido dinero a nadie y apagué la tele. Ayer, sin embargo, daba igual que hablasen en inglés o en español. Qué pocas veces un director español ha filmado diálogos tan naturalistas como las broncas de Bardem y Penélope, y eso que hacían todo lo posible para no hablar en español, un idioma cercano en sus bocas, reconocible, como reconocibles eran todos los impulsos y todos los sentimientos, esculpidos con la sustancia del mito, esa mentira que sirve para decir la verdad.
Daba igual dónde estuviesen. Rebeca Hall habría estado igual de luminosa en Villaverde Bajo. Scarlett Johansson (a pesar de un leve toque peggy que no me termina) se lo pasa como se lo tiene que pasar un turista americana en Barcelona o en Sebastopol, en un territorio de nadie donde los impulsos se congracian con los sentimientos. La última escena, el regreso a lo que les espera, es el final de siempre en el género vacaciones locas de estudiante americana, y es ahí donde aparece lo único que merece la pena juzgar: si todo estaba bien contado, si hacía gracia, si había luz.
Ser un artista de encargo es más difícil de lo que parece. Que te den las cartas muertas y tú las tengas que barajar y darles vida es el método por el que han surgido buena parte de las más grandes creaciones estéticas. Es posible que Vicky, Cristina, Barcelona no esté entre las películas que protagonizan la carrera de Woody Allen; quizá solo sea como esos secundarios que te alegran cada vez que vuelven a aparecer, cuya presencia siempre se te hace corta y cuya manera de hablar siempre resulta perfecta para usarla cuando acaba la película. ¿Alguien da más?

9 comentarios:

  1. Habrá que ir para llevarle la contraria a los críticos.
    Woody Allen si que sabe hacer su trabajo.

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  2. Anónimo11:46 p. m.

    He visto la película, pero tu comentario me ha abierto alguna perspectiva nueva que contribuye a mejorar la opinión que me merecía. Sin duda es interesante contrastar opiniones de personas ajenas a la crítica mediática. Ha valido la pena seguir el consejo de pasar por tu blog. Muchas gracias.

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  3. Quizás los españoles, que tanto presumimos de nuestro sentido del humor, no lo tengamos con nosotros mismos y seamos los que menos autocrítica poseemos de todos los países del mundo. Yo no he visto la película, pero por lo que dices, si se hubiera rodado con otros actores de la misma magnitud y en otro país, probablemente las críticas serían muy diferentes.
    Y también me ocurre lo del lado peggy de Scarlett, pero encima no me gusta nada Penélope Cruz... aunque como adoro a Woody Allen, la veré. En vídeo y en casa, que es como me gusta; no tengo prisa.

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  4. Antonio: Tendrás que echar un vistazo a mi entrada, donde recomiendo la lectura de la tuya, porque han dejado algunos comentarios.

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  5. "Vaya castaña. Parecía un anuncio de puertas. Los diálogos están más tiesos que la mojama, nadie dice nada con naturalidad. Todo son medias palabras, frases que habría que decir de otra manera, o por lo menos doblar la película para que la cosa se pueda escuchar."

    Jajaja... sí, vaya castaña, por dios.

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  6. Anónimo10:09 a. m.

    esta pelicula nos pone al descubierto todos los patrones k nos marcan el amor y todos ellos nos limitan de disfrutar de el. kreo k el budy es un pensador increible

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  7. Tras leer o escuchar unas cuantas críticas sobre esta película, generalmente negativas, y verla al fin, tengo que confesarte, Antonio, que tu comentario es el que sa aproxima más al poso que me ha dejado. Más que coincidencia, quizás sea que te expresas con una convicción tal que resulta contagiosa. Como bien dices, los diálogos que mantienen los personajes, para muchos anodinos, son frescos, naturales y bastante menos hipócritas que lo que se acostumbra a llevar por estos lares...

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  8. De acuerdo con Luis Antonio y por lo tanto también con Antonio, aunque no he visto la peli pero por mi adoración a Woody Allen en la que van incluidos los diálogos; no sólo por su contenido sino por su naturalidad: es el único director en cuyas películas he visto que alguien dice "¿qué?" porque no ha oido bien o "no te entiendo" o cosas así, eso sí que son diálogos reales... Y eso de que hablen "tan bien", pues... hay educaciones y educaciones ;-)
    Saludos.

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  9. Anónimo2:01 p. m.

    Hola Antonio, casualmente he caído aquí y me ha sorprendido ver una crítica favorable a esta película. Como descargo: la opinión que voy a dar ahora la hago desde la a-profesionalidad cinéfila, mucho menos afín incluso a la crítica y sobre todo como seguidor de Woody Allen por la frescura de los diálogos, la inteligencia, el absurdo, la forma de trenzar historias que responden a un fondo cotidiano.
    Dicho todo esto, la película es una solemne mierda, de las peores que he visto últimamente... con la consiguiente decepción en uno de mis directores favoritos y en Bardem que hace un papelón inigualable en "No es país para viejos". En fin que "Vicky, Cristina, Barcelona" cae en un simplismo soez, está completamente encorsetada para que cuadren los gustos de los personajes y sólo el papel de Penélope (y digo papel no ella) rompe el bodrio aturdidor de la primera hora. Vamos que no tengo nada bueno que decir, y que me hizo perder un tiempo sensacional que podría haber empleado en otras lecturas o menesteres. Un saludo Antonio.

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