Un clásico en estas bernardinas es el repaso a la moda deportiva del Mundial. Es de lo poco que nos quedará en el recuerdo, aparte de quién ganó. El hecho de que haya siete marcas en juego, pero sobre todo tres, reduce lo que pudiéramos llamar la moda nacional, las camisetas con solera. Adidas sólo lo ha conseguido con Alemania, naturalmente, que se ha dejado de tirantes y de rollos para ser lo más parecido a lo que siempre fue. Alemania debió de exigir que no le volviesen a calzar camisetas estandarizadas, que ninguna otra fuera como la suya. El resultado es que todas las demás de Adidas parecen versiones modernas y olvidables de la de Alemania, lo más parecida posible a la que llevó Bonhoff o luego Rumenige.
La de España, que no es fea, es sin embargo estándar, no es la propia, es la prestada de Alemania, otra vez Ángela Merkel diciendo lo que nos tenemos que poner. No me gustan los pantalones entubados. Tienen pinta de incómodos, estiran la figura del jugador, le dan un punto de hieratismo, actitud muy recomendable para el arte pero no tanto para el fútbol. Sin embargo, con ser bello y moderno, lo que menos me gusta es el color de la elástica. Es un rojo acaramelado, fresco y caduco. Echo de menos la zamarra brillante color granate, con todo el misterio del púrpura y de los forros de seda, y con el escudo en medio, como lo llevaba Checoslovaquia en tiempos de Panenka. No estoy hablando de aquel color ni del que suele llevar Dinamarca, sino del color sangre de toro, del color tinto rioja, de los tapetes de los cálices y de los clubes nocturnos. En cuanto a los pantalones, a España sí le pega el azul mahón, más que a Brasil. De cintura para abajo somos obreros esforzados. Antes llevábamos unas medias negras muy serias, pero también muy significativas. Ahora son azules, más juveniles, más optimistas. Está bien que de una vez por todas España se quite los lutos en un campeonato del mundo, pero hay esencias patrias que merece la pena conservar, y entre ellas no puede faltar ni el color de la sangre ni el del catafalco. Y si, además, se incluyeran los números Ibarra, o bien aquellos de imprenta galdosiana, aquel 7 de Juanito, la identificación estética sería inmediata.
Los otros modelos de Adidas no resultan convincentes. El de Nigeria, demasiado grande, parece esas equipaciones baratas que llevaban antes los equipos pobres. Grecia cayó al modelo B, el de rayas y cuchillos, y con Paraguay no han acertado: las rayas rojas bien puestas son las que lleva el PSV y el Southampton, algo que debería servir de aviso al Atlético y al Atletic aquí en España. Las demás (México, Dinamarca, Japón, Eslovaquia) están bien pero, salvo acaso la de México, son bastante vulgares. Japón iba vestido de Yugoslavia. Se lo tienen que mirar. Esos disparos de Honda se merecían un artista del manga que les diseñe la ropa.
Nike ha sido la más lista. Hace tres años compró Umbro, y bajo ese nombre ha vestido a los jugadores ingleses con una camiseta de rugby. Es, desde luego, la que mejor le sienta a Rooney, que con unos pantalones algo más cortos y ajustados sería un zaguero desdentado de Newcastle. No sólo han recuperado el cuello de suéter de toda la vida sino los preciosos números ingleses, también procedentes del rugby, que en la Premier permanecieron hasta los 80.
El mismo estilo, digamos, retronacional de Nike ha ideado la camiseta definitiva de Estados Unidos, la que lleva una banda bicolor como la de Jesse Owen y tiene el cuello carrado y los ribetes gruesos como las camisetas genuinamente americanas. Y algo parecido ha hecho con Holanda, cuya equipación es la que más recuerda a aquella estupenda del 74, cuando todo el mundo llevaba tres rayas en la manga y a Cruyff le bastaba con dos, las mismas dos que componían sus estilizados números. Aquel 8 del meta Jongbloed, aquel 14 irrepetible.
Luego Nike ha sacado una versión retroestándar cuyo producto más logrado quizá sea la hermosa camiseta de Portugal. Pero Eslovenia, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda llevan la versión común de una camiseta que es la que más se parece a la que todos llevamos en verano. Si acaso he notado en Serbia una concesión a la manga más ancha, más europea, más de brazos pálidos y entecos.
Pero donde Nike ha metido la pata ha sido en Brasil, y eso que ha pagado un Potosí para vestirla. Las camisetas están bien, son camisetas de muchacho que juega en calles de barro, la puerta por la que Nike ha entrado en tantas casas. Incluso los pantalones, demasiado grandes (los del portero dan risa), pueden pasar con ese color que debería llevar España, de cuando todos los pantalones de deporte eran de tela basta azul mahón, como los monos de los mecánicos. Pero lo que resulta intolerable es que le hayan puesto las medias azules. En general no me gustan, pero en Brasil las medias blancas son imprescindibles, así como un pantalón menos mundano y más celeste. Brasil será siempre la larga y hermosa zancada de Cerezo con largas medias blancas hasta la rodilla, o los pantalones que llevaba Sócrates, quizá un poco demasiado ajustados. Sí, esa talla daría también risa. Pero no ese color.
La tercera marca en discordia era Puma, que viste a casi toda África, lo que no deja de ser un contrasentido, porque en África no hay pumas. La Asociación de Felinos Africanos debe de estar que trina. De hecho, los comentaristas hablan en las retransmisiones repetidamente de leones o elefantes, los primeros de Camerún y los segundos de Ghana, no sé por qué, pero nunca de pumas. En todo caso, Puma no ha cometido los excesos de otros años (aquellas camisetas sin mangas, aquellas bandas exageradas) y la equipación de Ghana es una buena prueba de ello. La primera es también de cuello redondo y bordes gruesos y números enormes, muy bonitos, y la segunda es un diseño que igual da ideas a la selección catalana.
Pero Puma fracasó en Italia. Con Uruguay no queda mal, la hermosa combinación celeste y negra puede con todo, pero la equipación italiana, con cuchillos en los canesúes y rayas y cosas, más parecía la de un equipo nórdico que la squadra azzurra. La última marca que vistió bien a los italianos fue Kappa. Aquellos eran los pantalonazos de Paolo Rossi, o de la Juve, y la camiseta ajustada que ahora se ha vuelto a poner tímidamente de moda y con unas feas tiras de celofán. Con esa camiseta, no me extraña que se hayan ido a las primeras de cambio. A la marca le han hecho un favor.
Y quedan, en fin, los casos raros. Le Coq Spotive, que en tiempos vistió a España, y no mal, viste a Argelia (a la metrópoli la viste Adidas), y es mucho más elegante que la media. A Chile la viste Brooks, creo, con feos cuchillos y ribetes en un fondo más bien austero. A Honduras la viste Joma, como al Sevilla, con camisetas como pijamas de verano, aunque en el caso de Honduras han acudido a un diseño de doble línea en las bandas y en el escote muy retro que no está mal.
Pero el caso más peculiar ha sido el de Corea del Norte. No tenían contrato con ninguna marca capitalista, así que a última hora compraron unas de catálogo en la tienda de Legea, una marca italiana. Llevan bandas amplias en las mangas (el de la tienda debió de pensar en Koyi Kabuto cuando le vinieron con semejante encargo) y el cuello muy cerrado, son de rojo sobrio y donde quiera que las encuentres dirías que las han comprado en un chino. Son, junto a las de Inglaterra, las camisetas más modernas del mundial.