Geórgicas, II, vv. 177–225
Es hora de tratar las condiciones del campo,
cuál es su fortaleza y cuál es su color,
y de saber qué fruto su natural produce.
Tierras duras, collados yermos de arcilla pobre
y de cascajo entre los matorrales piden
bosques de terne olivo a Palas consagrados:
la prueba es la cantidad de acebuches que salen
y los campos cubiertos de endrina silvestre.
También está el terreno fecundo, amerado
de tibia humedad, y las fértiles campiñas
por donde a espuertas las hierbas proliferan,
y están los hondos valles que oteamos
al pie de las montañas (hasta allí los ríos
derrámanse por altas peñas y a su paso
arrastran rico limo), y el campo elevado
que da al viento sur y helechos cría odiosos
para el corvo arado: este un día dará
viñedos vigorosos, manantiales de Baco;
te dará mucha uva, te dará mucho caldo
como el que bebemos en páteras de oro
cuando un etrusco grueso su flauta de marfil
sopló junto al altar, y en bandejas pandeadas
alzamos las entrañas humeantes de las víctimas.
Si pones tu empeño en ganado mayor,
y a criar terneros te dedicas, o bien
corderos recentales y las cabras que pacen
en campos de cultivo, vete a las dehesas
y a las lejanías de la fértil Tarento,
a un campo parecido al que Mantua perdió,
que en ríos frondosos nutre cisnes de nieve.
No habrá de faltar la hierba a los rebaños
ni fuentes limpias: cuanto en días largos coman
devolverá el fresco rocío en noches breves.
La tierra casi negra, gruesa al hundir la reja,
de fosco suelo (pues eso al arar pretendemos)
es buenísima para los trigos; no verás
de ningún otro bancal volver a la masía
a más bueyes ronceros tirando de los carros;
o donde la maleza el bravo labrador
quitó y arrasó bosques yermos muchos años
y descuajó antiguas guaridas de las aves
que dejaron sus nidos y volaron a lo alto,
pero al meter la reja el erial volvió a brillar.
En cambio, el cascajo encosterado y seco
tan apenas romero y humilde cantueso
procura a las abejas; la toba escabrosa
y la greba roída por las serpientes negras
demuestran que no hay ya ningún otro terreno
que dé sustento tan sabroso a las culebras
y les proporcione tan torcidos escondrijos.
La solera que tenue nebulosa exhala
y vapores flotantes, y embebe la humedad
y la escupe por sí misma cuando así lo quiere,
que siempre de jugosa y verde hierba va vestida,
y ni la estropea el moho ni la herrumbre salitrosa,
los olmos esta tierra cubrirá de fértil vid,
buena tierra de aceite, verás al cultivarla
que bien le va al ganado, que aguanta el curvo aladro.
Terrenos como estos labra la rica Capua
y las zonas que lindan con el monte Vesubio
y las del Clanio fatal a la desierta Acerras.
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