1.5.12

Roma no paga correctores


Durante los dos primeros capítulos de la traducción de Gibbon, a cargo de José Sánchez de León Menduiña y recién publicada por la editorial Atalanta, me iba encontrando, de vez en cuando, con alguna frase rara, de sentido discutible, y con algún error suelto de puntuación que yo achacaba a que las editoriales ya no pagan a los correctores. Pero mediado el capítulo tercero los errores empezaron a ser mucho más abundantes y empecé a señalarlos. Solo en cincuenta páginas (de la 72 a la 122, en una obra cuya primera parte tiene 1500) encontré unos cuantos:

p. 72: “El título sagrado de augusto siempre se reservaba al monarca, mientras que el nombre de césar era con atribuido más libertad a sus parientes”
p. 73: “Era un motivo de supervivencia no un principio de libertad por lo que los conspiradores se lanzaron contra Calígula, Nerón y Domiciano”
p. 76: “Tal príncipe atendió a su verdadero interés asociándose con su hijo, cuyo carácter, más espléndido y amable pudo cambiar la atención pública desde el origen oscuro hacia las glorias futuras de la casa de los Flavios”.
p. 76: “Aunque tenía varios parientes, elijió a un extraño”.
p. 79: “Numa solamente podía defender unas cuantas villas vecinas del saqueo entre ellas de las cosechas”.
p. 90: “Sospecha era equivalente a prueba, juicio, a condenación”.
p. 93: “Una sentencia justa pronunciada por el segundo cuando era procónsul de Asia, contra un ahijado indigno del favorito le fue funesta”.
p. 95: “no despreciaríamos sus propósitos si no hubiera cambiado el agradable descanso de una hora de ocio por un asunto importante y la ambición de su vida”.
p. 95: “Cómodo desde su más tierna infancia, manifestó odio a todo lo que fuera racional y humanista”. (But Commodus, from his earliest infancy, discovered an aversion to whatever was rational or liberal)
p. 95: “una guerra venturosa contra esos salvajes era una de las actuaciones más inocentes y beneficiosas de heroísmo”. (a successful war against those savages is one of the most innocent and beneficial labours of heroism)
p. 99: “La reputación de Pértinax y los clamores del pueblo los obligaron a contener su disconformidad interior, aceptar el donativo prometido por el nuevo emperador, jurarle fidelidad y con jubilosas aclamaciones y laureles en sus manos le condujeron al senado…”
p. 100: “Pero Pértinax no pudo denegar esas últimas exequias en recuerdo de Marco y las lágrimas de su primer favorecedor, Claudio Pompeyano, que, compadecido con la cruel suerte de su cuñado, la lamentó aún más que de lo que lo hubiera merecido”.
p. 110:  “Los ejércitos de Britania, Siria y el Ilírico lamentaban la muerte de Pértinax, en cuya compañía o bajo su mando a menudo habían luchado y vencido”.
p. 111: “En base a un informe prematuro…”
p. 113: “En lugar de iniciar una negociación efectiva con los poderosos ejércitos occidentales, cuya resolución podía decidir o al menos equilibrar la enorme competición…”
p. 117: “mediante este piadoso recuerdo a su memoria, convenció a la crédula multitud que solo él merecía ocupar su puesto.
p. 120: “Las acciones militares de Severo parecen inadecuadas a la importancia de sus victorias”.
p. 120: “El valor del ejército británico mantuvo verdaderamente una lucha fuerte y dudosa con la dura disciplina de las legiones ilíricas”.
p. 120: “Generalmente han sido justificadas en base a algún principio…”
p. 120: “Las tropas peleaban como hombres interesados en la decisión de la disputa”.
p. 122: “Su suerte no excitó sorpresa ni compasión. Habían apostado sus vidas contra el imperio y sufrieron lo que ellos mismos habrían inflingido”.

Me ha afligido especialmente ese inflingido, lo reconozco. En todo caso, espero que la proporción no sea la misma en todo el libro, porque en ese caso habría más de seiscientos errores de bulto. Ya con estos veintitantos debería ser suficiente para que me devolviesen el dinero, o para que, si no consideran oportuno resarcirme por ese lado, contratasen a un corrector profesional para la segunda edición.
Aunque no sé si con eso arreglaríamos algo. La traducción, aun sin errores, es poco fluida, como si el traductor fuera sordo, como si no supiera qué orden de palabras admite y no admite el castellano, o no tuviera habilidad para gestionar el uso frecuentísimo de la voz pasiva en lengua inglesa, o no se supiera los verbos específicos, o cómo deshacer los hiatos. Gibbon es a la prosa inglesa lo que Shakespeare al teatro. Es un clásico absoluto. Traducirlo significa incorporarlo al castellano, es decir, usar una prosa castellana de esa misma altura estética. En ocasiones, más de lo aceptable, esta traducción parece una mala traducción del latín más que una demasiado literal traducción del inglés. Lo más probable es que estas cincuenta lamentables páginas sean una excepción y el brillo del resto de la obra me compense de la molestia de leer tantos errores. Ojalá haya sido una sección sin revisar, un pliego traspapelado, un constipado del corrector. El traductor se ha pegado una paliza considerable y aun esos errores podrían ser atribuibles a la sobredimensión de la tarea (que nadie le obligó a afrontar), pero es responsabilidad de Atalanta, la editorial, no sacar a la calle un libro en esas condiciones.

9 comentarios:

  1. Esperemos que tengas razón y sea sólo un pliego traspapelado, pero es una vergüenza que en escritos que deben estar corregidos y más que corregidos salgan estas cosas. A mí se me llevan los demonios cada vez que leo en publicidad cosas como poner únicamente la exclamación de cierre y no la de apertura, y eso que es publicidad.

    Hacia enero leí un libro en el que el autor no sabía lo que significaba "literalmente" y lo usaba fatal, con frases como "literalmente se comía la pantalla del ordenador", cosa que perturbaba mi imaginación y me distraía de la historia. Pero lo peor no es eso, lo peor es que o el corrector tampoco lo sabía o directamente no lo corrigieron.

    Y ya no digo nada de perlas como las que vemos en televisión de "todas las trabajadoras y todos los trabajadores", porque como me ponga a corregir a los políticos no termino y tengo muchas cosas que hacer.

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    1. Igual me pongo tan intransigente porque doy al traductor una importancia capital. Hay autores que han pasado a la historia gracias a que tuvieron un buen traductor. Me pregunto, por ejemplo, cómo habría encajado en Europa Poe sin Baudelaire, o en España Yourcenar (y Poe también) sin Julio Cortázar, o Nietzsche sin Andrés Sánches Pascual. El etcétera es inacabable. Pero en una obra de semejante magnitud incluso comprendo que el traductor esté tan metido que a veces pierda de vista los límites de la literalidad. ¡Pero para eso está el corrector! Creo que la ausencia de correctores y de lectores profesionales está masacrando nuestra literatura, cada vez más. Gracias por pasarte.

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    2. Cuando entré a estudiar Filología Inglesa mi intención era ser traductora literaria, aunque por varios motivos dejé esa carrera. Aún así hice alguna traducción para una editorial de juegos y la verdad es que es más difícil de lo que pensaba, pero me gustó mucho, igual por tanto que me gusta leer y escribir. No me importaría ser correctora o lectora profesional. Es verdad que uno se pierde cuando escribe, o relees y cambias una palabra pero no te das cuenta que ya no concuerda con la frase y tienes que volver a cambiar otra palabra que quede correcta; cada trabajo que entrego en la universidad lo leo por lo menos tres o cuatro veces. Creo que tengo madera jajaja.
      Y no me des las gracias, da gusto leerte.

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  2. Anónimo3:01 p. m.

    Me imagino que, en el mundo de los precios en que vivimos, el precio que se paga por la buena traducción de un libro como este no está al alcance de una editorial que sabe que si la paga no va a obtener beneficios; ni de un traductor que sabe que no podrá nunca conseguir que paguen su minuta si cobra todas las horas que le dedica a la traducción. ¿Se ha acabado el hacer las cosas bien por orgullo, o porque es como hay que hacerlas?
    De todos modos creo que la época de oro de las traducciones penosas fueron los años 80, con la avalancha de publicaciones baratas de libros que habían estado prohibidos o que no habían interesado a las editoriales. ¿Os acordáis de las traducciones de Dashiel Hammet en cheli?, fue muy triste.

    Creo recordar que un traductor cobraba menos por página que un linotipista.

    JCarlos

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    1. "¿Se ha acabado el hacer las cosas bien por orgullo, o porque es como hay que hacerlas?" Una buena manera de conformarme con mi destino es pensar que la profesionalización obra en contra del arte. Traducir bien a Gibbon no creo que merezca la pena salvo como reto personal. Hagamos cuentas. El traductor ha empleado 5 años en escribir 3000 páginas, es decir, que ha ido a una media de dos páginas diarias, a mi juicio una media bastante razonable si no tienes otra cosa que hacer. Pongamos que es un traductor mileurista. ¿Cuánto le han podido pagar? ¿50000 euros? No creo. Para que le saliese rentable, un traductor profesional debe traducir el doble o el triple, y por muy bueno que sea no creo que llegase al nivel que se requiere, que es, insisto, el máximo posible. Si a mí me pagan por traducir las Geórgicas, lo haría en una semana y de cualquier manera, cortando y pegando de una docena de traducciones. Pero estoy seguro de que no me pagarían más que lo equivalente a una semana de trabajo. Así la literatura funciona como los manuales de los electrodomésticos. Será el Mercado, ese señor que, dicen, lo decide todo.

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  3. Los manuales de electrodomésticos ya no traen letra, solo santos.

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  4. ¡Joder! No termino de entender lo de la supresión del diacrítico en sólo. Casi estoy por rebelarme.

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  5. Anónimo3:37 a. m.

    Tras comprar hoy (30 de julio de 2015) la obra de Gibbon editada por Atalanta, descubro esta entrada en tu blog. Viendo tales espantos en la traducción y/o corrección, me llevo un grandísimo chasco. Se me quitaron de golpe las ganas de empezar a leer el primer volumen. Me repongo y empiezo a cotejar los errores: ¡Vaya! Parece que han sido subsanados uno a uno. Al menos los que señalaste. Esta edición es la tercera. No sé si la obra entera habrá sido revisada también. No he leído nada aún, pero quiero dejar constancia del hecho. Eso sí, descubro que tres errores no han sido corregidos exactamente: dos con un feo "en base a..." (págs. 111 y 120) y un miedo absurdo al dequeísmo en la pág. 117. Sabor final agridulce. Un saludo.

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    1. Me alegro por Gibbon, aunque no sé si el entuerto se podía enderezar. Ahora, con mayor motivo, debería pedir a la editorial que me cambien mi penosa primera edición por la "agridulce" tercera. Gracias por pasarte.

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