30.8.14

El cebo


Eneida, I, 64-91

[Juno pide ayuda a Eolo]

   Ante él, entre súplicas, Juno estas palabras
le dirige: ‘Eolo, ya que a ti te otorgó
el padre de los dioses y rey de los humanos
las olas amansar y alzarlas con el viento,
un pueblo, mi enemigo, por aguas del Tirreno
navega y va llevando a Troya y sus Penates
vencidos hasta Italia: infunde al viento fuerza
y hunde sus navíos bajo el agua, o bien
dispérsalos y esparce sus cuerpos por el mar.
Catorce ninfas tengo de cuerpo primoroso,
te daré a la más bella de todas, Deiopea,
en estable connubio, y será solo tuya,
que siempre esté contigo, en pago a tus mercedes,
y de una hermosa prole pueda hacerte padre’.
   Eolo respondió así: ‘A ti, oh reina,
te cumple averiguar qué es lo que deseas,
y a mí, como es de ley, obedecer tus órdenes.
Tú me has dado este reino, lo que quiera que sea,
tú el cetro y el favor de Júpiter concedes,
tú haces que me siente a la mesa de los dioses,
y me das poder sobre nubes y tempestades.’
Tras decir esto, echa a un lado el monte hueco
con la punta del cetro: y los vientos, entonces,
en escuadrón de ataque, por las puertas abiertas
irrumpen y en la tierra levantan remolinos.
Se lanzan sobre el mar, y todos a la vez,
el Euro y el Noto y el tormentoso Ábrego,
entero lo revuelven desde su honda entraña
y vuelcan en las playas tremendos oleajes.
Sigue un clamor de hombres y un crujir de jarcias
De los ojos troyanos las nubes arrebatan
de pronto cielo y día; negra noche se tiende
por encima del mar. Atruenan los polos,
iluminan el cielo relámpagos constantes,
y todo es amenaza de una muerte segura.

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