1.1.21

Nieve

Cuaderno de invierno, 12


Amanece con nieve. No es un manto blanco que lo cubra todo. Tan solo permanece sobre los campos de labor, pero ya no hay en los árboles ni en los ribazos, ni tampoco en la cara de los surcos que estuvo al abrigo de la ventisca. No es la nieve profunda, «cuando arrastran los ríos los témpanos de hielo», como dice Virgilio, sino una placa cuajada (todavía hiela) que a medida que remonte el día irá llenando el valle de un barro negruzco, con apenas una línea blanca japonesa en las ramas más horizontales de los membrillos. Ahora mismo lo que cae no sé si es lluvia helada o nieve transparente, más bien un chirimiri cuyas gotas distingo cuando pasan delante de los troncos de los cerezos, y que no parece que vayan a cuajar.
Se quedará así el día, cubierto de nubes brunas, bastará ese viento que mece las ramas jóvenes de los manzanos para que no se pueda estar a la intemperie. Pero no apunta a nevada serena sino a día criminal. Por esta parte del país el cierzo helado es la seña del invierno, con nieve o sin nieve. El frío se soporta salvo que empiece a tirarnos cuchilladas. Bastarían unos rayos de sol para que el blanco violáceo que une el cielo y la tierra se volviese a separar en el gris azulado del cielo y la arcilla roja de los campos, y acabara de distinguirse la silueta de los pinos de la muela, ahora cubiertos por una veladura blanquecina. Pero el sol no acaba de perforar los nubarrones y la humedad es oscura. Todo sigue siendo distinguible con la luz clara del frío, pero las líneas son más negras. Los rastros de nieve las alejan, el entumecimiento del agua las difumina. En la catalpa, las ramas resaltan con el verde de los líquenes que las envuelve, pero la maraña de membrillos habría que pintarla con carbón. La nieve empaña unos matices y subraya otros: la sensación de frío en las ramillas de los álamos, que parece que no se cimbrean con violencia, invita al optimismo.

Parece, finalmente, que va a escampar. Por el oeste se abre el cielo, todo es más claro y los colores recuperan sus matices. Lo que antes era una sombra granate, ahora es una paleta entera de tonos tierra. Esta tarde ya solo habrá rastros de nieve por las umbrías.

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