6.11.05

Gasolina


Domingo. La poesía de Villepin no ha solucionado nada. Sarkozy, el que echó la gasolina marca 'recaille' sobre las primeras algaradas, va ganando en las encuestas. Nadie sabe de qué demonios habló Villepin con aquella delegación de jóvenes de entre 18 y 25 años que ayer nos hizo confundirnos. Se habla, como si hubiese que apaciguar las conciencias de quienes desean un estado de excepción, de bandas organizadas, de terrorismo islamista, de delincuencia común. La gente tiene que saber que no es una protesta de gente normal sino de criminales sin escrúpulos, y pasar por alto cuál es la razón concreta que conduce a todas esas ramas del mal.
Entre estas razones, hay una que me llama la atención. Son declaraciones de un profesor de secundaria que trabaja en la zona de los disturbios. Cuenta que los vándalos queman coches porque es más bonito, y que “los daños colaterales no entran dentro de su campo de visión, es como si jugasen a la Playstation”. Pero eso tampoco nos ayuda mucho, porque, aunque sí entrasen en su campo de visión, aunque sí fuesen conscientes del daño que infligen a otros, la convicción de que no tienen nada que perder, mucho más antigua y universal, habría hecho el mismo efecto.
Quienes trabajan con adolescentes saben distinguir la mirada del muchacho que ya no tiene que dar cuentas a nadie, ni siquiera a sí mismo. Toda educación, en efecto, es coacción, es ilusión y es amenaza, es pasión pero también temor. Nuestros códigos de conducta se arraigan en el instinto, pero es necesario cultivarlos. Cuando se desarraigan, cuando ya nada importa, cuando la ilusión es nula y la pasión inútil, esa mirada es entonces repelente del temor, impermeable a las amenazas. Es en ese momento cuando enchufan la Playstation, pero también cuando están más informados.
De todas formas, el fenómeno tampoco es nuevo. Son métodos sencillos y devastadores, muy de moda últimamente, como sencillo y devastador es fomentar la sociedad de castas, es decir, aquella en la que no existe la más mínima posibilidad de cambiar de clase social.

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