10.12.06

Geórgicas 4


4. Cuidado de los campos. El riego necesario.

Elevad vuestras invocaciones, labradores,
por húmedos veranos e inviernos serenos:
farros son hermosos con inviernos polvorosos;
se jacta la Mesia de tanto fruto sin cultivo
y de las cosechas hasta el Gárgara se asombra:
el campo es fecundo. ¿Y qué diré de aquél
que después de haber echado ya la sementera
repasa el terreno y desmenuza los grumos
del nada fértil secano, y luego encamina
las aguas del río en sucesivas canaleras,
y cuando el campo agotado se requema
entre los mustios herbazales, hete aquí
que desde el borde inclinado del canal
hace que salten las aguas? Un ronco rumor
surge al discurrir entre las piedras esmeradas
y refrescan a chorros los áridos bancales.
¿Y qué diré de quien, para evitar que la caña
se acueste bajo el peso de la espiga
mete al ganado a pacer la mies asilvestrada
entre las tiernas yerbecicas cuando asoma
el sembrado por el lomo de los caballones?,
¿y de aquel que seca con arena bebedora
agua de los charcos que se queda retenida?
Sobre todo si, allá por los meses inciertos,
el río va crecido y todo lo inunda
a rastras con el barro, y así se van formando
hondas lagunas que sudan tibia humedad.

Virgilio, Geórgicas, I, vv. 100-117

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