El director de cine Robert Altman ha muerto flanqueado por dos triunfadoras en los Oscar que son hijas de su obra. Me refiero a la tantas veces alabada Short Cuts, Vidas cruzadas, en la que se inspiran claramente tanto Crash, galardonada el pasado año, como Babel, con todas las papeletas para serlo éste. La diferencia entre las dos es que el director de Crash, además de ver Short Cuts, había entendido a Raymond Carver, sabía que sus historias plantean preguntas, no dan respuestas ni mucho menos moralizan, algo que desacredita por completo un entramado tan sutil y lo convierte en pura filfa pretenciosa, que es lo que le ocurre a Babel.
No me explico qué le ven a esta película, y eso me preocupa: corro el riesgo de no entender la imaginación contemporánea. Tres historias mezcladas, como en las series de televisión, y ninguna con la suficiente entidad dramática. Un hilo tomado por los pelos del azar que no sólo cuenta con lo cruel e incomunicado de nuestro mundo sino con que sus habitantes son un poco tontos. A lo mejor es que el mensaje era ese y yo no lo capté, que la injusticia social y tal y cual entontece la especie. En todo caso, detesto los mensajes, así que estamos en la misma.
Ya desde los ochenta, el método para empalmar historias breves y esquemáticas ha venido siendo el azar. Unos, como Auster, lo utilizan con maestría, como una rima de los acontecimientos, como la expresión del misterioso ritmo interno de la vida. Otros se han obnubilado con las metáforas de la casualidad, con esa misma ingenuidad de corto vuelo que ha animado siempre a los vanguardistas sin talento. El efecto mariposa no produce más efecto que el de la coincidencia, pero de ahí no sale nada verdaderamente humano. Acumular historias porque sí sólo evita tener que desarrollar los personajes de cada una de ellas en particular. Y, aun así, cada una de las breves historias que pueblan Babel por separado me resultó pesada, amanerada, regodeada, más pendiente de las técnicas de cámara que de contar una historia, de atar al espectador a un momento de la vida de alguien en el que parece que nada está escrito todavía, que aún debemos vivirlo. Por si fuera poco, su director ha querido jugar al compromiso con los países pobres. Y, en fin, seguro que ha conmovido a mucha estrella solidaria, pero vaya, si yo fuese marroquí, además de no haberme gustado, estaría de muy mal genio. No hay nada más torpe que escapar de los tópicos para caer de bruces en ellos, y salir triunfante.
No me explico qué le ven a esta película, y eso me preocupa: corro el riesgo de no entender la imaginación contemporánea. Tres historias mezcladas, como en las series de televisión, y ninguna con la suficiente entidad dramática. Un hilo tomado por los pelos del azar que no sólo cuenta con lo cruel e incomunicado de nuestro mundo sino con que sus habitantes son un poco tontos. A lo mejor es que el mensaje era ese y yo no lo capté, que la injusticia social y tal y cual entontece la especie. En todo caso, detesto los mensajes, así que estamos en la misma.
Ya desde los ochenta, el método para empalmar historias breves y esquemáticas ha venido siendo el azar. Unos, como Auster, lo utilizan con maestría, como una rima de los acontecimientos, como la expresión del misterioso ritmo interno de la vida. Otros se han obnubilado con las metáforas de la casualidad, con esa misma ingenuidad de corto vuelo que ha animado siempre a los vanguardistas sin talento. El efecto mariposa no produce más efecto que el de la coincidencia, pero de ahí no sale nada verdaderamente humano. Acumular historias porque sí sólo evita tener que desarrollar los personajes de cada una de ellas en particular. Y, aun así, cada una de las breves historias que pueblan Babel por separado me resultó pesada, amanerada, regodeada, más pendiente de las técnicas de cámara que de contar una historia, de atar al espectador a un momento de la vida de alguien en el que parece que nada está escrito todavía, que aún debemos vivirlo. Por si fuera poco, su director ha querido jugar al compromiso con los países pobres. Y, en fin, seguro que ha conmovido a mucha estrella solidaria, pero vaya, si yo fuese marroquí, además de no haberme gustado, estaría de muy mal genio. No hay nada más torpe que escapar de los tópicos para caer de bruces en ellos, y salir triunfante.
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