La muerte de Fernán-Gómez coincidió con la de otro inmenso actor, el argentino Héctor Grillo, que rondó bastante tiempo por Zaragoza, a vueltas con El Silbo Vulnerado, y protagonizó en Peracense un cortometraje de José Miguel Iranzo. Lo recordaba este verano, más de diez años después, con otro actor magnífico, José Luis Esteban. De lo que hubiese sido de Héctor uno podía imaginar cualquier extravagante circunstancia. Lo único seguro es que seguía siendo actor.
La gente habla muy a la ligera de la vocación teatral. Muchos confunden vocación con triunfo, y triunfo con notoriedad. El triunfo de Héctor Grillo era el de esos héroes que siendo jóvenes deciden lo que harán el resto de su vida, y jamás se les pasa por la cabeza traicionar su decisión. Lo normal es que esta gente acabe consumida por su propio ardor profesional, o que, como en el caso de Héctor, pasee su triunfo “por las altas torres y las humildes chozas”, por las grandes piezas teatrales y los cuentacuentos de colegio. No es verdad que todos los bohemios hayan sido malos artistas. Hay algunos, los pocos, los héroes, los mejores, que son bohemios por pura coherencia, no por falta de méritos. Vi actuar a Héctor Grillo y su impresionante dominio de la escena, su conciencia teatral, no meramente imitativa, estaba pulida por muchos años de oficio y, sobre todo, de ser actor, de encarnar al otro en la distancia.
Hace unos días, en los fastos de Fernán-Gómez, pasaron Belle Epoque por la televisión y volví a ver una escena deliciosa, cuando anuncian a Fernán-Gómez que se ha declarado la República. Fernán Gómez está en un corro de actores de cine, tiesos como palos, que ponen cara de sorpresa; él, sin embargo, da unos pasos de teatro cómico, recorre la pantalla de lado a lado, borda la irreal manera de representar el más real de los entusiasmos, y en esos gestos agitados dicta una lección a todas las tiernas figuras de cera que lo contemplan como intimidadas. Una sensación así tuve viendo actuar a Héctor Grillo. Pero él no era tan pomposo hablando de sí mismo, ni se cansó jamás de los espectadores, ni de llenar la escena que pisaba, ni de meter la vida en el teatro.
La gente habla muy a la ligera de la vocación teatral. Muchos confunden vocación con triunfo, y triunfo con notoriedad. El triunfo de Héctor Grillo era el de esos héroes que siendo jóvenes deciden lo que harán el resto de su vida, y jamás se les pasa por la cabeza traicionar su decisión. Lo normal es que esta gente acabe consumida por su propio ardor profesional, o que, como en el caso de Héctor, pasee su triunfo “por las altas torres y las humildes chozas”, por las grandes piezas teatrales y los cuentacuentos de colegio. No es verdad que todos los bohemios hayan sido malos artistas. Hay algunos, los pocos, los héroes, los mejores, que son bohemios por pura coherencia, no por falta de méritos. Vi actuar a Héctor Grillo y su impresionante dominio de la escena, su conciencia teatral, no meramente imitativa, estaba pulida por muchos años de oficio y, sobre todo, de ser actor, de encarnar al otro en la distancia.
Hace unos días, en los fastos de Fernán-Gómez, pasaron Belle Epoque por la televisión y volví a ver una escena deliciosa, cuando anuncian a Fernán-Gómez que se ha declarado la República. Fernán Gómez está en un corro de actores de cine, tiesos como palos, que ponen cara de sorpresa; él, sin embargo, da unos pasos de teatro cómico, recorre la pantalla de lado a lado, borda la irreal manera de representar el más real de los entusiasmos, y en esos gestos agitados dicta una lección a todas las tiernas figuras de cera que lo contemplan como intimidadas. Una sensación así tuve viendo actuar a Héctor Grillo. Pero él no era tan pomposo hablando de sí mismo, ni se cansó jamás de los espectadores, ni de llenar la escena que pisaba, ni de meter la vida en el teatro.
Coincido en que fue un hombre con una pasión desmesurada por el teatro. Muchas de sus mejores creaciones las hizo en España e Italia. Es una lastima que lo hayamos perdido. En fin.
ResponderEliminarSaludos a la distancia.
Si fue un gran actor y puedo decir amigo
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