Javier Marías pone como ejemplo de la aportación de un novelista a la Academia la palabra ingresante. Es solo un ejemplo, casi una broma, porque en realidad, dice el novelista, la palabra no existe. En el diccionario de la casa donde va a entrar el domingo no, desde luego, pero casi todas las páginas de Google que he encontrado con esa palabra procedían del Perú.
En todo caso es una palabra bien fea, impropia de un escritor, más aún que de un académico, sobre todo porque es una palabra sin terminar, se le notan las junturas, el apaño, no tiene entidad real, sólo suena a tecnicismo jurídico, incluso en el Perú. Ingresante es como cesante, participios de presente de verbos formados a partir de participios de perfecto, de modo que su significado viene a contradecirse, sería como decir amadante o sumisiente o hechante, un engendro paralizado por las dos fuerzas temporales de sentido contrario que tiran de él. Un sumisiente, o sometidente, es aquel que hace lo que no hace, el sujeto de su condición de objeto, una cosa sin sentido. Yo creo que sólo le sacó partido Galdós, porque su Villamil era un hombre constantemente cesado que luchaba por que la acción de cesar no se consumara del todo.
Sin embargo, si hubiese sido un poco más respetuoso con la formación natural de las palabras, a Marías le habría salido algo más interesante que ingresante. Con sólo partir del infinitivo, y no del participio, algo siempre más lógico, le habría dado ingrediente, que es exactamente lo que será Javier Marías el domingo. Un ingrediente con mucha más literatura que el estólido ingresante.
Los neologismos se hacen solos. Y si alguien lo intenta y lo consigue no es porque lo diga en las actas de la Real Academia sino por la condición fonética de lo que ha inventado y también, según alguna regla que se nos escapa, por no violentar ciertas leyes internas. El ingrediente Javier Marías es, como decía en Vidas escritas, una mezcla sazonada de afecto y guasa, una especie rítmica y sintáctica que quizá devuelva el oído a muchos académicos tenientes. El ingrediente sería ya de alta cocina si Marías se presentase con su corte, todos ataviados con los patrones que publicó en algún tomo de su editorial. Eso sí que sería exquisito, y no ese palabro, ingresante, que huele a colodión desde el pasillo.
En todo caso es una palabra bien fea, impropia de un escritor, más aún que de un académico, sobre todo porque es una palabra sin terminar, se le notan las junturas, el apaño, no tiene entidad real, sólo suena a tecnicismo jurídico, incluso en el Perú. Ingresante es como cesante, participios de presente de verbos formados a partir de participios de perfecto, de modo que su significado viene a contradecirse, sería como decir amadante o sumisiente o hechante, un engendro paralizado por las dos fuerzas temporales de sentido contrario que tiran de él. Un sumisiente, o sometidente, es aquel que hace lo que no hace, el sujeto de su condición de objeto, una cosa sin sentido. Yo creo que sólo le sacó partido Galdós, porque su Villamil era un hombre constantemente cesado que luchaba por que la acción de cesar no se consumara del todo.
Sin embargo, si hubiese sido un poco más respetuoso con la formación natural de las palabras, a Marías le habría salido algo más interesante que ingresante. Con sólo partir del infinitivo, y no del participio, algo siempre más lógico, le habría dado ingrediente, que es exactamente lo que será Javier Marías el domingo. Un ingrediente con mucha más literatura que el estólido ingresante.
Los neologismos se hacen solos. Y si alguien lo intenta y lo consigue no es porque lo diga en las actas de la Real Academia sino por la condición fonética de lo que ha inventado y también, según alguna regla que se nos escapa, por no violentar ciertas leyes internas. El ingrediente Javier Marías es, como decía en Vidas escritas, una mezcla sazonada de afecto y guasa, una especie rítmica y sintáctica que quizá devuelva el oído a muchos académicos tenientes. El ingrediente sería ya de alta cocina si Marías se presentase con su corte, todos ataviados con los patrones que publicó en algún tomo de su editorial. Eso sí que sería exquisito, y no ese palabro, ingresante, que huele a colodión desde el pasillo.
Antonio: Sigo con mucho interés tu blog y el conjunto de lo que escribes aquí y en El Diario de Teruel. Te felicito. Gracias por compartirlo. Un cordial saludo de un paisano residente en Barcelona
ResponderEliminarGran artículo.
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