19.6.08

LIBRO


Cada mañana, cuando echo un vistazo a la información de la Eurocopa, hay una página que me pone malo. Se trata de una entrevista con cada uno de los jugadores en la que se les pregunta por obviedades de historia del fútbol (casi nadie sabe quién fue Panenka), sobre sus dibujos animados favoritos (aquí contestan todos) y, horribile dictu, sobre el último libro que han leído. Llevo la cuenta: sólo los Xavis, Casillas y Reina, y Senna, que lee la Biblia, declaran haberse enfrentado a un texto escrito. Los demás, invariablemente, alardean con orgullo y contundencia de no haber leído un puto libro en su vida. “Yo no leo libros”, dicen varios, como aquel que dice “yo no fumo” o “yo no creo en curanderos”, en un tono que ya he escuchado a más gente de su generación. Antes se decía “leo poco”, o bien “leo la prensa”, pero nadie despreciaba en público la cultura como si fuera un consuelo para pusilánimes. Eso sí, se diría que todos los jugadores, hombres de entre 20 y 30 años, pasan la concentración con sus mamás y sus papás y matan el tiempo con juegos de naipes antediluvianos. La consola los moderniza como niños, pero cuando apagan el áscar sólo tienen entretenimientos de viejo.
Aunque lo más seguro es que el viejo sea yo. Pertenezco a una generación que vio a Pedro Delgado leer Cien años de soledad cuando estaba ganando el Tour; de los miembros de la Quinta del Buitre, creo que solo Míchel dejó aparcados los estudios. Incluso la gente que no alardeaba de sabiduría libresca, como el gran Miguel Induráin, era en sí misma una forma de cultura. Ninguna victoria será tan hermosa, tan emocionante y tan aleccionadora como la derrota que sufrió Induráin en su último Tour, un episodio de alta cultura que debería enseñarse en las escuelas.
Nadie está obligado a leer ni a mentir, pero la camiseta roja, más que una cuestión de honor o patriotismo, de la posibilidad de representar ante tus vecinos farsas épicas que ayuden a exudar sus emociones, es sobre todo una vía para penetrar en su capacidad de imitación, en su curiosidad. Dónde vas a comparar con Italia, su aire de cómic en blanco y negro, donde hasta Gattusso, como ya se dijo aquí, lee a Dostoievsky en el vestuario. Quizá por eso los italianos juegan al fútbol de verdad, al austero fútbol de barrio donde la victoria es alegría de los pobres, y no practican este currismo flojo que nos va a poner en nuestro sitio al primer toro con casta que salga por el toril.

1 comentario:

  1. No seas cenizo, hombre. Un poco más de esperanza.
    Gatusso leerá a Dostoyevski pero es el antifútbol. Gatusso es marrullero y luchador, un patriota nada universal.
    Dostoyevski es universal, como Zidane, con su cabezazo épico a Materazzi.
    Viva la calidad!!!!

    PD: el más lerdo es Albiol, por lo que vi ayer. Por supuesto, no lee libros. Pero además le preguntan que si volvería a Austria y para qué, y dice: "A ver los canguros". Y no estaba de coña, lo juro.

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