22.10.09

Clarence Seedorf

“Soy un negro de los noventa”, dijo en cierta ocasión el gran Charles Barkley, aquel pívot bajito de los Philadelphia 76ers que era el horror de los pivotes grandullones porque siempre podía con ellos. Lo tengo como uno de los iconos de aquella época, y no porque me guste especialmente el baloncesto, sino porque caracteriza el modelo de individuo bragado y sin complejos, del profesional que no se queja nunca, del guerrero que marca su terreno con los dientes pero tiende la mano al enemigo, como hacía Eneas. Lo comparo con las actuales estrellas de la NBA y casi todas me parecen frágiles y malcriadas, demasiado dadas al paripé solidario y a los lujos infantiles.

Clarence Seedorf también es “un negro de los 90”. Anoche, en el Bernabéu, parecía decirles a las primadonnas del Madrid: “mirad, chicos, la vida es dura; yo soy viejo pero tengo vergüenza, que es lo que vosotros aún tenéis que aprender”. Lo decía un tipo que lleva más de diez años con plaza fija en cualquier hipotético equipo ideal del fútbol europeo, un profesional curtido y elegante, callejero y noble, como si con él funcionase un reglamento previo al futbolístico, una ley de la vida que hace más fuertes a quienes la interiorizan. Me fijé en que, cada vez que alguien chocaba con Seedorf, que debe de ser como estamparse contra un tapia, nadie se atrevía a montar esos espectáculos de dolor tan bochornosos y mucho menos a encararse con él o recriminarle algo. En una ocasión, fue Seedorf el atropellado, y vi cómo el agresor de inmediato le ofrecía la mano, y él la cogía sin aspavientos, como se dan una palmada los guerreros. Si él atropellaba, no es que se disculpase, sino que resolvía la situación con naturalidad. Quejarse ante él era hacer el ridículo.

Y fue él el que ganó al Madrid, sin duda. El que enseñó a todo el mundo cómo se acude a una batalla cuando los soldados son viejos y están peor armados. Sus asistencias eran deliciosas, y su presión difícilmente vulnerable. Tuvo, en general, una belleza neorrealista la victoria del Milan. Una hermosura que no nace de las filigranas ni de las ciencias aplicadas. Aquellos tipos salieron derrotados. Pero estaba Seedorf. “Mirad, chicos, la vida es dura; es posible que nos ganen, pero al menos a mí nadie va a hacerme morder el polvo”, les diría Clarence Seedorf a sus compañeros en el vestuario, en italiano o en cualquiera de las cinco o seis lenguas que maneja con el mismo desparpajo y la misma profesionalidad con la que juega al fútbol.

4 comentarios:

  1. Grandioso Seedorf!!!! Dio la casualidad de que en el último partido que jugó con el Madrid yo estaba en el Bernabéu. Lo sustituyeron y me levanté a aplaudir emocionado. Alrededor la gente se mostraba más o menos indiferente. No tienen ni puta idea... de la vida. Les basta con ser raulistas.
    Fue una pena que se marchara tan pronto... Ese culo de mesa camilla para proteger el balón (parece que va sentado).
    Aquel gol inolvidable al Atleti desde el centro del campo, o casi.

    ResponderEliminar
  2. Veo que se me olvidaron dos cosas: que aplaudí emocionado como el vulgo romano a los gladiadores del Coliseo.
    Y que Drenthe tiene bastante aire a Seedorf. A ver si cuaja...

    ResponderEliminar
  3. De hecho, si Drenthe jugó ayer así fue porque Seedorf, en un momento del partido, se le acercó y le dijo: "Mira, chico, la vida es dura, y como no muevas ese culo y empalmes un buen trallazo, se te van a comer". Medio gol fue suyo.

    ResponderEliminar
  4. Antonio: No sabía que te gustase el fútbol y que fueses un auténtico experto. Lástima que seas "merengón"...Comparto la admiración por Seedorf.

    ResponderEliminar