23.4.10

Témpora y violeta

























José Miguel Iranzo está subiendo a la red parte de su obra documental y cinematográfica. Por el momento están los documentales Con la voz a cuestas, sobre José Antonio Labordeta, y El tiempo en la maleta, del que hablábamos el otro día. Imagino que en breve subirá Cajas destempladas, sobre el personaje de Longinos en Semana Santa, para el que yo también escribí los textos y me divertí de lo lindo durante el rodaje en el Desierto de Calanda, que no es desierto por árido sino por apartado, en las ruinas activas de un monasterio de cuya cúpula caían aljezones como gotas geológicas.
Y también ha subido, hasta ahora, tres cortometrajes: Los hijos de Mandrake, El ejército invisible y Témpora y violeta. Los dos primeros son más recientes, pero este último ya tiene quince años, y fue la primera vez que colaboré con él. A veces pienso que, el día que me quede sin tema para los folletines, con contar aquel rodaje me sobraría material para una novela de aventuras surrealistas. Lastima que no me guste la autoficción ni la metaficción, y que los folletines solo tengan doscientas páginas.
Verlo ahora otra vez después de mucho tiempo ha sido una grata sorpresa, y también una punzada de melancolía. En estos últimos años ha muerto el actor Héctor Grillo, y varios de los que hacían de monje, Marcial el de Villaspesa y mi querido Manolo Bolós. Del productor y del director de fotografía ya nunca se supo nada, ni de la script, que casi se queda en el rodaje. Del resto del elenco, José Luis Esteban continúa una carrera de lo más interesante. Su Buscón, por ejemplo, en el Teatro Fernán Gómez, me encantó. Y Cristina de Inza ha triunfado en las series de televisión.
El mejor de todos los actores sigue siendo Héctor Grillo, que no dejó entonces de repetir que aquello era una obra de teatro, y como tal lo trató. Pero también está bien Gabriel Latorre, al que, con bastantes kilos de más, vi hace poco en otro montaje de Valle-Inclán. De Goyo Maestro, autor de la música (para la que también tuve que escribir un canto gregoriano en latín), tampoco he vuelto a saber nada, ni del protagonista, que tenía, con diferencia, el papel menos lucido de todos.
Queríamos rodar una cuentecillo medieval, y eso es lo que ha quedado al cabo del tiempo, algo que, precisamente por ser tan fiel a su propósito, ahora tiene una pátina de sana extravagancia. Hasta la terrible penuria de medios creo que le da un toque naturalista. Se rodó, contra viento y marea, en el destartalado castillo de Peracense, provincia de Teruel, una gélida Semana Santa de 1995. Yo había escrito el guión un par de años antes. Pensábamos entonces en una serie de fábulas históricas. Escribí algún guión más, uno de los cuales fue años después reciclado en la novela Fabricación Británica. Si las obras han de medirse por la gozosa intensidad de su alumbramiento, este cortometraje, desde luego, sigue creciendo en mi memoria.

3 comentarios:

  1. Sólo hay quince minutos de "El tiempo en la maleta". Una pena, porque, como imaginaba y tal y como tú contaste, Antonio, es de lo más interesante. Pero sabe a poco.

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  2. Ya. Cosas del comercio. Pero no creo que tarde mucho en salir por alguna tele. Ya te avisaré.

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  3. Gracias por el comentario, Antonio. La verdad es que sigo trabajando mucho con las tijeras y el papel (puedes verlo en el flickr en el album "libreta 1"). En realidad photoshop es otra tijera, nada más (y nada menos).

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