En
Teruel no dejan de pasarme cosas raras, y eso que no vivo allí. Estos tiempos
atrás ya conté aquí que en Monreal del Campo, en el IES Salvador Victoria, Pedro
Moreno había leído con algunos alumnos mi novelilla Otoño ruso. Ahora me acabo de enterar de lo que se trae entre manos
María Jesús Pérez, del IES Segundo de Chomón, de quien también se habló aquí
hace mucho tiempo a propósito de su estudio sobre la Baronía de Escriche. Este
verano leí con diversos tipos de admiración un trabajo sobre grutescos barrocos
en las iglesias de Levante que había organizado con unos pocos alumnos de 2º de
Bachillerato. Durante el verano, en vacaciones, terminaron sus investigaciones y
redactaron sus trabajos, que fueron después publicados a doble página en el Diario de Teruel. Cada alumno firmaba su
artículo, serio y bien escrito, y lo ilustraba con imágenes de las pinturas
bestiales que adornaban los conventos y las sacristías. Un tipo de admiración
era por lo interesante que resultó esa serie con independencia de quién lo
hubiese firmado, y el otro tipo de admiración era, obvio es decirlo, puramente
profesional.
Pues
ahora se le ha ocurrido a esta mujer algo incluso más surrealista que los grutescos:
utilizar dos folletines míos para un trabajo sobre novela histórica. Los
alumnos visitarán los lugares de las novelas, se informarán con los mismos
periódicos de la época que yo utilicé, sabrán cómo se forjan las flores de
hierro, conocerán el estado de la medicina por aquellos tiempos y, lo mejor de
todo, se inventarán sendos finales alternativos. La verdad es que María Jesús
sabe el terreno que pisa. En las dos novelas (y también durante el verano, como
con los alumnos) fue mi asesora particular, pero no solo en materia histórica y
artística, sino, sobre todo, en materia botánica, en la que también es
especialista. Ella me ayudó a encontrar el cnicus
benedictus, el cardo bendito que da sentido al folletín modernista, y me
avisó de que ciertas flores que yo ponía estilo Rubén Darío, fuera de lugar y
de tiempo, no podían crecer ahí ni en broma. En La enfermedad sospechosa hice a Ramón, el maestro protagonista, muy
aficionado a la botánica, admirador de Loscos y amigo de un monje franciscano
experto en flores silvestres, de modo que María Jesús se convirtió en mi manual
de referencia mientras la estuve escribiendo. O sea que sabe cómo está el paño.
Aquellos
folletines fueron flor de un día, literatura efímera, pero estos amigos herboristas
me les están dando una segunda vida. Aún no se van del todo.
Querido Antonio, confundes los diminutivos y los aumentativos cual estudiante. No es "novelilla", es "novelón", y lo comprobaremos allá por el mes de marzo...
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