El parte dice que nos invaden las borrascas, pero aquí ya ha llegado la calma. El cielo está claro, de un añil profundo, surcado por cirros que navegan como por un remanso y no ocultan el sol. Es como un paisaje después de la batalla. A los chopos no les queda más que motas dispersas de amarillo en las últimas ramas de arriba. La vega se ha llenado de líneas. Los álamos del río forman un muro de ramas grises. Tan solo en alguna curva del río encontraron resguardo suficiente para no deshojarse del todo. Un tibio sol los aleja y engrandece.
Cualquiera diría que es un sol de invierno si no fuera porque a ras de suelo el verdor de los frutales ha resistido el vendaval. Es ahora cuando veo que los membrillos empiezan a clarear un poco. Otros años no hemos tenido frío prematuro ni los azotes del viento, y a estas alturas, con un día tan inmóvil y agradable como este, detrás de los manzanos y los membrillos había una pared de hojas doradas.
Cuando pienso en el otoño, en un lugar tan frío, siempre me viene la imagen de un día como este: calma y sol durante el día, hasta que oscurece y caen las temperaturas. Pero estas eran las tardes de estar charlando los mayores junto a los cristales, el sol sobre el tapete de gancho de una mesa camilla. En el fondo de la memoria está ese recuerdo de un balcón desde el que se veía el río y la estación de tren, y el sol amarillo iluminaba un suelo de losas de barro.¿A casa de quién fui agarrado de la mano de mi madre? ¿O era la casa donde vivía la familia de mi padre? ¿Qué anciana era aquella que sacaba unas pastas y el sol reverberaba en los granos de azúcar, y entre los rostros que hablaban una voluta de humo fragante ascendía perezosa desde los tazones? Estábamos cerca del fin de año. El jersey gordo de lana picaba con aquel solecillo anestesiante, el olor de la acetona me debía de colocar un poco mientras mi madre ayudaba a quitar el esmalte rojo, y en un tono pariente del susurro seguía la conversación mientras una pintaba las uñas bien cuidadas de la otra. Un último sol cobrizo se reflejaba en las sortijas de aquella mujer. Qué conversación tan dulce. Qué dirían.
No hay comentarios:
Publicar un comentario