19.4.20

La contagión, 35


El otro día tuve que asistir a una videoconferencia vecinal y aquello era verdaderamente lamentable: todo el mundo en pijama, con las barbas desastradas, sin el mínimo maquillaje imprescindible. Entre el contrapicado de las cámaras, que nos hacen más feos, y el ribete del esquijama que asomaba por la pantalla, la sensación de abandono se apoderó de la reunión. Hace años oí decir a Almodóvar que jamás se pondría un chándal para estar en casa. Me llamó la atención porque yo tampoco. Ya es bastante desagradable ir al súper y ver a señores respetables con los pantalones flojos, de colores juveniles, alpargatas de hacer deporte y un forro polar con la sebera verdosa. Y así es: el mundo empieza más allá del dormitorio. Las únicas ocupaciones de las personas con cierto grado de refinamiento son no llevar la ropa inadecuada. Es comprensible que ahora que apenas salimos de casa no nos pongamos el terno de paseo, pero es intolerable que para sentarnos a leer utilicemos el mismo atuendo que para irnos a dormir. La comodidad es enemiga de la estética. Esos tejidos sintéticos malolientes que usa la gente para todo están acabando con nuestra sensibilidad. La ropa de los domingos no es para enseñarla sino para llevarla. Decía mi padre que sin corbata ni calcetines se sentía desnudo, y tuve que ver el otro día hombres despechorrados que meneaban el dedo gordo del pie ante la cámara mientras hablaban del presupuesto de la canalera. Mi padre no era un dandy, pero sabía la primera norma de los dandys, que lo único que deben llevar conjuntado es, precisamente, la corbata y los calcetines. Así que no me extraña que la gente se deprima en sus encierros, todo el día con esos apeos infectos, semanas enteras con el chándal del Real Madrid, que encima es el que más se ensucia. Cuando estés solo, decían los viejos, come como si estuvieras con el rey, para que, cuando estés con el rey, comas como si estuvieras solo. Al principio del confinamiento tenía en el tinte el chaleco adamascado, y a mí me da vergüenza tomar el té con la camisa al aire. Menos mal que Inma es comprensiva y, por ser las circunstancias que son, acepta que me ponga un jubón viejo. Eso sí, cuando desprecinten la tintorería me quedaré sin excusas. 
En fin, voy a vestirme para la cena, y luego veré un capítulo de Downton Abbey.

4 comentarios:

  1. Anónimo6:03 p. m.

    ¡Si Hugh Hefner levantara la cabeza!

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  2. Anónimo7:29 p. m.

    Vivieron su infancia en una sangrienta guerra civil, vivieron su juventud en un país asolado por la pobreza, el hambre y la miseria, levantaron España —esta España de hoy— a base de sacrificio, esfuerzo y privaciones; y ahora les hacemos esto.

    https://www.heraldo.es/noticias/aragon/2020/04/19/la-dga-cierra-las-redes-sociales-de-las-residencias-publicas-1370398.html

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  3. Parece ser que están dando marcha atrás. Pero sí, la pata ya la han metido.

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