Cuaderno de invierno, 21
Por fin asoma el azul del cielo, apenas una sombra sobre la línea que dibujan las muelas. Es un hermoso añil que no sé si será señal de que escampa, de que vienen lluvias o de que llegan días de hielo. Leyendo esta madrugada Una tormenta de nieve, la novela corta de Tolstói, además de relamerme con su estilo terso, preciso, transparente, cuidadoso y bien podado que hace avanzar por la lectura con el sosiego con que un témpano discurre por el río, me he fijado en que los personajes aguantan bien la nieve, aunque tengan que viajar por la estepa en mitad de una ventisca y la nieve borre las líneas del camino y oculte los postes de correos. Los caballos trotan sin dificultad y los pasajeros discuten sin angustia por dónde tienen que continuar. Lo que todos temen es el hielo. Van sin rumbo, no ven nada, pero saben que, si ataca el hielo, es entonces cuando están perdidos.
Ese tímido asomarse del azul ha sido solo, me temo, con la primera luz. La sábana blanca almidonada ya ha vuelto a tapar el cielo. Las fotografías de la batalla de Teruel se quedan cortas comparadas con lo que veo desde la ventana. De los arbustos apenas se distingue alguna rama, la nieve cubre casi entero el tronco de los cerezos. En los páramos de más arriba (lo más parecido a Novocherkask, a orillas del Mar Negro, que es donde sucede la novela), el cielo y la tierra son solo dos tonos de blanco, el blanco agrisado del cielo, de fondo plomizo, y el blanco más intenso de la tierra, como un litopón lavado con azulete. No hay más. La única perturbación es que la línea del horizonte no es recta del todo, pero los volúmenes han sido igualados por un inmenso edredón. Un poste de la luz, allá lejos, es lo único que relaciona la imagen con el mundo conocido.
El espectáculo inquieta y fascina. La naturaleza se ha dejado caer sobre sí misma con una autoridad apabullante. No se la puede combatir, en todo caso puede uno rendirse a su poder, adaptarse a ella. Un ligero vientecillo, por lo que veo, se ha sumado a la fiesta. Ha dejado de nevar. Ese viento está petrificando la nieve. Es urgente despejar con la pala el camino, rascar del suelo todo lo que pueda resbalar. El azul ha desaparecido por completo.
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