27.5.12

El fútbol se me lleva




He visto que la editora de AS va a reeditar, siquiera sea en versión digital y pasando por taquilla, la colección de su AS Color, el semanario de fútbol de los años 70, que salía los martes y ofrecía reportajes fotográficos de la jornada. En el granero de casa debe de estar todavía la colección completa, porque cada martes, al pasar por la librería Sánchez, en la calle del Salvador, cerca del colegio de las Navarretes y paredaña de la carbonería de Pedro Conde, yo compraba el número y me sentaba en un bordillo hasta que abriesen la escuela, pero no a ojear las fotografías de la jornada sino mi sección favorita, Fulano cuenta su vida, Paulino Uzcudun cuenta su vida, Ricardo Zamora cuenta su vida, y una vez dejó el fútbol pero paseando por el Barrio Gótico de Barcelona le dio una patada a una cáscara de naranja y comprendió que debía volver a los campos de juego. Han pasado cuarenta años, yo tendría siete u ocho, y recuerdo el párrafo como si lo estuviera leyendo ahora. Al lado, también en blanco y negro, un jugador antiguo daba su selección ideal: Zamora, Ciriaco, Quincoces, Cilaúrren, Gamborena, Lecué (de memoria solo llego hasta ahí), jugadores de los años 30, de cuando mi padre era niño y, con la que había montada en Teruel, no creo que estuviera muy al tanto de los partidos. Mi padre tuvo siete años en el año 38, y no se sentaba en los bordillos de las calles por si caía una bomba. En todo caso es como si ahora un hijo mío que hubiera nacido en 2005 leyera con delectación la biografía de José Ángel Iríbar. Todo se ha retrasado tanto que cuando uno dice estas cosas debe añadir que entonces era lo normal.
               Pero son actitudes distintas. Entonces aquellas páginas consistían en la edificación de mitos clásicos. Había muy poco donde escoger: Mariano Haro, Urtain, Ocaña, Ángel Nieto, que se mosqueó con José María García porque se empeñaba en ponerle mote, El huevero de Vallecas, mote de banderillero, como El morrosko de Cestona o El cojo de Manizales, un personaje de Cela que sí era banderillero. Eran deportistas nacidos directamente de la naturaleza, no de una escuela de atletismo ni mucho menos de un gimnasio de boxeo. Mariano Haro era un señor mayor con mucho pelo que corría como los africanos, con el culo bajo, y tenía unas garrillas entecas de ir corriendo a la era desde el pueblo en pleno mes de julio, en Castilla la Vieja. Urtain era un levantador de piedras, en una época en la que todavía se confiaba en la fuerza más que en la astucia. Ocaña era un personaje trágico de la emigración, y Ángel Nieto se ataba a la moto por las noches, para coger la postura, en el taller donde trabajaba de pinche. Era la España de los Botejara, una serie de TVE que ya es, veo ahora, del año 78.
               El caso es que ahora los chavales no buscan mitos más allá de la poquedad presente sino que los generan al instante de la misma exuberancia en que se crían. Tienen donde elegir. Pero son muy poco consistentes. Raúl se llevará una sorpresa morrocotuda cuando vuelva de jugar con los flojos sabeos y se dé cuenta de que los niños aquí lo han olvidado, o no lo han conocido. Solo ahora que empiezan a no poderse comprar cada año una camiseta distinta quizá se estabilicen un poco las fidelidades míticas. Uno solo guarda mitos cuando es pobre.
               Recuerdo, en fin, sin necesidad de mirarlas, algunas portadas históricas. Pirri (al que se dedica ahora el primer número del revival) dándole la mano a D’Alessandro, portero del Salamanca, que vestía con medias blancas, calzón negro y zamarra de color de rosa, y le daba la enhorabuena no porque hubiese acabado el partido sino porque había hecho una parada impresionante. No eso que ahora llaman paradón, que es cualquier parada, sino una verdadera parada impresionante que no se conocía por imágenes sino por testimonios. Yo aprendí el significado de la palabra ‘antología’ con una foto del As Color en la que aparecía Velázquez de espaldas, después de meter “un gol de antología”. El fotógrafo había echado la foto cuando había pasado todo, el gol y los abrazos y todo, de modo que había que reconstruir la hazaña en la imaginación sobre el relato de unos periodistas que aún creían en el poder de la epopeya. “La clave del partido”, decía una célebre contraportada en la que Iribar para un penalti a un jugador escocés. Recuerdo ese color intenso que se quedaba pegado a los dedos.
              Nosotros éramos como Escocia o como Yugoslavia, engrandecíamos a nuestros iguales porque eran los únicos que nos daban cierto margen para el heroísmo, que es lo que siempre se ha hecho en los juegos y en las competiciones entre mozos. Internet nos ha invitado a devorar el pasado, a rehacerlo, a revivirlo. Lo instantáneo absoluto nos indica el camino de lo diferido, nos invita a disfrutar, en la distancia, de cuando se necesitaba un pequeño esfuerzo de imaginación para saber, esfuerzo que luego resultó ser el adhesivo que necesitaba la memoria. La gracia de AS Color es que saliera los martes, cuando todo había terminado e importaba menos saber que recordar. El rimero de revistas permanece en el armario del granero y en esa memoria que empieza a aparecerse incluso a quienes no han querido nunca mirar atrás. La biografía de Paulino Uzcudum desvela sus contornos como si estuviera disipándose la niebla que la cubrió durante tantos años. No sé si es que hemos decidido vivir en otra época como quien cambia de canal, si el efecto Huysmans no solo permite la documentación rápida sino la reconstrucción virtual de la existencia, más allá del coleccionismo, o es que, sencillamente, me estoy haciendo viejo.

5 comentarios:

  1. Aunque no soy muy mitómano, Iribar y Zubizarreta son dos de mis porteros míticos; sin embargo, recuerdo también con gran admiración a D'Alessandro por dos razones: la primera porque defendió siempre la portería de un modesto de primera, el Salamanca; y la segunda porque le extirparon un riñón (debido a un golpe que le dio otro mítico jugador del Bilbao, Dani) y, pese a que le aconsejaron dejar el fútbol, siguió jugando durante algunos años más. En fin, esa nostalgia nos va a perder, es el bozo de nuestra incipiente vejez. Un saludo

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  2. ¿No era Santillana el que también jugaba sin un riñón? Hemos pisado las mismas aceras. Salud, y gracias.

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  3. Estimado amigo, el problema de Santillana fue que tenía los dos riñones situados en el mismo lado del cuerpo. Pero, sí, era un problema de "reñones". ¿Recuerdas a este otro, a Tomás Reñones? Gran jugador y político corrupto. Joer, todo nos lleva a lo mismo, no hay manera de escapar ni de evadirse de la realidad de este país. Saludos.

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  4. Yo también recuerdo el As color sobre todo por la saturación de los colores: el azul grana era muy intenso y el blanco deslumbraba. Eran fotos en donde se oía el ruido de la grada y el grito del portero al líbero. En esta época todo era en diferido, porque las repeticiones y la moviola iban en lunes. La inmediatez era la radio; la imgane, el lunes; la recreación se dejaba para los martes.

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  5. Anónimo6:54 a. m.

    ¿Y los pósters en la pared de la habitación? Uf, As color.

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