He visto que la editora de AS va a reeditar, siquiera sea en
versión digital y pasando por taquilla, la colección de su AS Color, el
semanario de fútbol de los años 70, que salía los martes y ofrecía reportajes
fotográficos de la jornada. En el granero de casa debe de estar todavía la
colección completa, porque cada martes, al pasar por la librería Sánchez, en la
calle del Salvador, cerca del colegio de las Navarretes y paredaña de la
carbonería de Pedro Conde, yo compraba el número y me sentaba en un bordillo
hasta que abriesen la escuela, pero no a ojear las fotografías de la jornada
sino mi sección favorita, Fulano cuenta su vida, Paulino Uzcudun cuenta su
vida, Ricardo Zamora cuenta su vida, y una vez dejó el fútbol pero paseando por
el Barrio Gótico de Barcelona le dio una patada a una cáscara de naranja y
comprendió que debía volver a los campos de juego. Han pasado cuarenta años, yo
tendría siete u ocho, y recuerdo el párrafo como si lo estuviera leyendo ahora.
Al lado, también en blanco y negro, un jugador antiguo daba su selección ideal:
Zamora, Ciriaco, Quincoces, Cilaúrren, Gamborena, Lecué (de memoria solo llego
hasta ahí), jugadores de los años 30, de cuando mi padre era niño y, con la que
había montada en Teruel, no creo que estuviera muy al tanto de los partidos. Mi
padre tuvo siete años en el año 38, y no se sentaba en los bordillos de las
calles por si caía una bomba. En todo caso es como si ahora un hijo mío que
hubiera nacido en 2005 leyera con delectación la biografía de José Ángel
Iríbar. Todo se ha retrasado tanto que cuando uno dice estas cosas debe añadir
que entonces era lo normal.
Pero
son actitudes distintas. Entonces aquellas páginas consistían en la edificación
de mitos clásicos. Había muy poco donde escoger: Mariano Haro, Urtain, Ocaña,
Ángel Nieto, que se mosqueó con José María García porque se empeñaba en ponerle
mote, El huevero de Vallecas, mote de banderillero, como El morrosko de Cestona
o El cojo de Manizales, un personaje de Cela que sí era banderillero. Eran
deportistas nacidos directamente de la naturaleza, no de una escuela de
atletismo ni mucho menos de un gimnasio de boxeo. Mariano Haro era un señor
mayor con mucho pelo que corría como los africanos, con el culo bajo, y tenía
unas garrillas entecas de ir corriendo a la era desde el pueblo en pleno mes de
julio, en Castilla la Vieja. Urtain era un levantador de piedras, en una época
en la que todavía se confiaba en la fuerza más que en la astucia. Ocaña era un
personaje trágico de la emigración, y Ángel Nieto se ataba a la moto por las
noches, para coger la postura, en el taller donde trabajaba de pinche. Era la
España de los Botejara, una serie de TVE que ya es, veo ahora, del año 78.
El caso
es que ahora los chavales no buscan mitos más allá de la poquedad presente sino
que los generan al instante de la misma exuberancia en que se crían. Tienen
donde elegir. Pero son muy poco consistentes. Raúl se llevará una sorpresa
morrocotuda cuando vuelva de jugar con los flojos sabeos y se dé cuenta de que
los niños aquí lo han olvidado, o no lo han conocido. Solo ahora que empiezan a
no poderse comprar cada año una camiseta distinta quizá se estabilicen un poco
las fidelidades míticas. Uno solo guarda mitos cuando es pobre.
Recuerdo, en fin, sin necesidad de mirarlas, algunas portadas
históricas. Pirri (al que se dedica ahora el primer número del revival) dándole
la mano a D’Alessandro, portero del Salamanca, que vestía con medias blancas,
calzón negro y zamarra de color de rosa, y le daba la enhorabuena no porque
hubiese acabado el partido sino porque había hecho una parada impresionante. No
eso que ahora llaman paradón, que es cualquier parada, sino una verdadera
parada impresionante que no se conocía por imágenes sino por testimonios. Yo
aprendí el significado de la palabra ‘antología’ con una foto del As Color en
la que aparecía Velázquez de espaldas, después de meter “un gol de antología”.
El fotógrafo había echado la foto cuando había pasado todo, el gol y los
abrazos y todo, de modo que había que reconstruir la hazaña en la imaginación
sobre el relato de unos periodistas que aún creían en el poder de la epopeya.
“La clave del partido”, decía una célebre contraportada en la que Iribar para
un penalti a un jugador escocés. Recuerdo ese color intenso que se quedaba
pegado a los dedos.
Nosotros
éramos como Escocia o como Yugoslavia, engrandecíamos a nuestros iguales porque
eran los únicos que nos daban cierto margen para el heroísmo, que es lo que
siempre se ha hecho en los juegos y en las competiciones entre mozos. Internet
nos ha invitado a devorar el pasado, a rehacerlo, a revivirlo. Lo instantáneo
absoluto nos indica el camino de lo diferido, nos invita a disfrutar, en la
distancia, de cuando se necesitaba un pequeño esfuerzo de imaginación para
saber, esfuerzo que luego resultó ser el adhesivo que necesitaba la memoria. La
gracia de AS Color es que saliera los martes, cuando todo había terminado e
importaba menos saber que recordar. El rimero de revistas permanece en el
armario del granero y en esa memoria que empieza a aparecerse incluso a quienes
no han querido nunca mirar atrás. La biografía de Paulino Uzcudum desvela sus
contornos como si estuviera disipándose la niebla que la cubrió durante tantos
años. No sé si es que hemos decidido vivir en otra época como quien cambia de
canal, si el efecto Huysmans no solo permite la documentación rápida sino la
reconstrucción virtual de la existencia, más allá del coleccionismo, o es que,
sencillamente, me estoy haciendo viejo.
Aunque no soy muy mitómano, Iribar y Zubizarreta son dos de mis porteros míticos; sin embargo, recuerdo también con gran admiración a D'Alessandro por dos razones: la primera porque defendió siempre la portería de un modesto de primera, el Salamanca; y la segunda porque le extirparon un riñón (debido a un golpe que le dio otro mítico jugador del Bilbao, Dani) y, pese a que le aconsejaron dejar el fútbol, siguió jugando durante algunos años más. En fin, esa nostalgia nos va a perder, es el bozo de nuestra incipiente vejez. Un saludo
ResponderEliminar¿No era Santillana el que también jugaba sin un riñón? Hemos pisado las mismas aceras. Salud, y gracias.
ResponderEliminarEstimado amigo, el problema de Santillana fue que tenía los dos riñones situados en el mismo lado del cuerpo. Pero, sí, era un problema de "reñones". ¿Recuerdas a este otro, a Tomás Reñones? Gran jugador y político corrupto. Joer, todo nos lleva a lo mismo, no hay manera de escapar ni de evadirse de la realidad de este país. Saludos.
ResponderEliminarYo también recuerdo el As color sobre todo por la saturación de los colores: el azul grana era muy intenso y el blanco deslumbraba. Eran fotos en donde se oía el ruido de la grada y el grito del portero al líbero. En esta época todo era en diferido, porque las repeticiones y la moviola iban en lunes. La inmediatez era la radio; la imgane, el lunes; la recreación se dejaba para los martes.
ResponderEliminar¿Y los pósters en la pared de la habitación? Uf, As color.
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