12.5.13

De la guerra (Extramuros, 2)



Geórgicas, IV, 67-87

Si, en cambio, saliesen a luchar, que a menudo
con gran tumulto entre dos reyes la discordia
prende y en seguida, desde la lejanía,
el ardor del enjambre se puede barruntar,
el tremor de la guerra entre los corazones;
y a las que se retrasan, el cántico marcial
de los broncos metales las increpa, y un ruido
recuerda en el sonar quebrado a las trompetas.
Entonces, trepidantes, se arraciman y brillan
las alas al batirlas, y afilan con la trompa
el aguijón y sueltan los brazos y se juntan
prietas alrededor del rey, junto a sus reales,
y con gran griterío llaman al enemigo.
Conque, cuando encuentran el campo despejado,
la primavera clara, irrumpen por la puerta,
se traba el combate, retumba el alto cielo,
revueltas se aglomeran en grande pelotón
y caen al vacío; no más denso en el cielo
arrecia el granizo ni al varear la encina
llueven tantas bellotas. Los reyes por sí mismos,
enseñando las alas por medio de las tropas,
es ingente el coraje que llevan revuelto
en tan angosto pecho, firmes en no ceder
hasta que fiero obligue a unos o a otros
en la fuga a dar la espalda el vencedor.
Esta agitación de los ánimos y estos
combates tan tremendos se aplacan y sosiegan  
con echar por el aire un puñado de tierra.

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