28.9.19

Uva


Estas uvas dulces y pequeñas, moscatel sin hueso, proceden de un sarmiento que trajimos de Tembleque, en la provincia de Toledo, no muy lejos de Orgaz, de donde era el gran Sánchez Cotán, toledano como Blas de Prado y Alejandro de Loarte. Vienen, pues, estas uvas de la cuna del bodegón barroco, en pintura y en literatura, porque en los Cigarrales de Toledo de Tirso de Molina encontré el que tiene fama de ser el mejor bodegón literario de la época, el de fray Plácido de Aguilar, origen, en cierto modo, de la idea que inspira este cuaderno. Quizá estas sean «las tempranas uvas de un majuelo mío", del también toledano Rojas Zorrilla, en su Del rey abajo, ninguno, porque las moscateles son las primeras que se vendimian. 
El caso es que las uvas toledanas se adaptaron a esta tierra con auténtica feracidad. Del tronco principal salen todos los años sarmientos de hasta tres metros de largo, y son las primeras que tenemos que embolsar, ya a principos de agosto, para que, como dice fray Plácido que ocurre con las brevas, no las devore «la parlera urraca», o las avispas las asalten con sus métodos de guerra sucia.
Hace tiempo que cada vez que queremos plantar una parra elegimos un sarmiento de estas moscateles. Las viejas que teníamos plantadas, más grandes, más ácidas, más negras, tienen el sabor de aquellos racimos gordos que nos ponían de postre, que llenaban enseguida. Son también muy ricas y tienen su antigüedad en la plaza, tardan más en madurar y son magníficas para compota. Pero estas dulces moscateles, aparte de que crecen muy deprisa mantienen la sencilla perfección originaria, la que no salta a la vista sino que se revela en la contemplación. Tienen una delicada pruina, apenas un vaho en el verde cristalino del hollejo, y un ombligo diminuto, pero se mantienen tersas en su esfera y es un placer hincarles el diente para sentir cómo la pulpa se desparrama, como si fuesen bolas de licor. Quizás a media tarde caliente en leche una onza de chocolate puro, y cubra las uvas dispuestas, sin raspones, en una bandeja de porcelana, y las deje que se enfríen para comerlas en memoria de Juan Fernández El Labrador, el gran pintor de uvas, que seguro que también era de Toledo.

2 comentarios:

  1. Ya casi me las he comido... Un abrazo.

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  2. Me encantan las uvas de moscatel, pero no conozco las de sin hueso...Espero que se comercialicen también en Barcelona...

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