Diario de Teruel, 29 de mayo de 2008
La célebre frase divide y vencerás no sólo no es de Julio César sino que no se sabe del todo bien qué significa. Si pensamos en un equipo contrario, o en un meteorito, es posible que lo que haya que dividir sea al otro para que su fuerza se desperdigue. Si pensamos en el sistema de guerrillas, la frase se refiere a dividirse uno mismo para vencer al enemigo. En el ámbito de la computación, es (tal cual, y en latín) una estrategia de trabajo que consiste en descomponer los problemas en sus unidades mínimas. Claro que no es lo mismo solucionar un problema que destruir al enemigo, pero Julio César tampoco habló de eso. La cuestión es que hoy en día no hay ninguna empresa medianamente seria que resuelva sus problemas a topacarnero, como ganaba Franco las batallas.
Por eso es tan llamativo que una de las dos grandes empresas políticas del país, el PP, no recurra a ese procedimiento cuando el problema es, precisamente, mantener un partido que se confunde con toda una ideología. La izquierda tiene sus respiraderos a la izquierda, pero la derecha no. Está toda revuelta, y sabe que en Europa no hay ningún partido conservador que gobierne sin otro partido más a su derecha. En estas circunstancias, y visto, entre otros, el persistente modelo italiano, lo más rentable para la derecha española sería dividirse a sí misma (líneas de corte tiene muchas, por contrastes no será); es decir, eso es lo que haría cualquier corporación empresarial solvente, y para ellos no sería la fragmentación de una empresa sino la creación de un grupo empresarial.
Quién sabe si no es eso lo que el PP ha decidido hacer para ganar las próximas elecciones: un gran cisma entre derecha conservadora y sosegada y derecha ultramontana y paragüera. Un abrir las puertas a la socialdemocracia tibia, a la izquierda corbacha: mirad, ya se han ido los extremistas, veniíd y vamos todos a la seguridad y las buenas costumbres, al respeto a vuestros derechos y al de vuestras familias y al progreso general. La cuestión es que, una vez abierta la brecha, no se caigan por ella los votos de nadie, que todos permanezcan fieles a algo. Bien sabe la FAES que el exagerado trauma de la división centra las atenciones y sirve de perfecto vehículo de propaganda. No, no creo que sea un desastre, los desastres son más íntimos. Bien pudiera ser una estrategia empresarial de riesgo medio. Y un gran espectáculo.
Por eso es tan llamativo que una de las dos grandes empresas políticas del país, el PP, no recurra a ese procedimiento cuando el problema es, precisamente, mantener un partido que se confunde con toda una ideología. La izquierda tiene sus respiraderos a la izquierda, pero la derecha no. Está toda revuelta, y sabe que en Europa no hay ningún partido conservador que gobierne sin otro partido más a su derecha. En estas circunstancias, y visto, entre otros, el persistente modelo italiano, lo más rentable para la derecha española sería dividirse a sí misma (líneas de corte tiene muchas, por contrastes no será); es decir, eso es lo que haría cualquier corporación empresarial solvente, y para ellos no sería la fragmentación de una empresa sino la creación de un grupo empresarial.
Quién sabe si no es eso lo que el PP ha decidido hacer para ganar las próximas elecciones: un gran cisma entre derecha conservadora y sosegada y derecha ultramontana y paragüera. Un abrir las puertas a la socialdemocracia tibia, a la izquierda corbacha: mirad, ya se han ido los extremistas, veniíd y vamos todos a la seguridad y las buenas costumbres, al respeto a vuestros derechos y al de vuestras familias y al progreso general. La cuestión es que, una vez abierta la brecha, no se caigan por ella los votos de nadie, que todos permanezcan fieles a algo. Bien sabe la FAES que el exagerado trauma de la división centra las atenciones y sirve de perfecto vehículo de propaganda. No, no creo que sea un desastre, los desastres son más íntimos. Bien pudiera ser una estrategia empresarial de riesgo medio. Y un gran espectáculo.