25.6.08

EUROPA

El jueves pasado metí la pata. A propósito de unas entrevistas a los jugadores de la selección española, los puse de cebollos hasta que me cansé por el hecho, tampoco muy relevante, de que ninguno leía libros ni conocía más mundo que la play. El mismo día en que se publicó esta bernardina, que ya es mala suerte, las entrevistas cambiaron de tono. Desde entonces no ha habido un solo jugador que no estuviera leyendo un libro, y no solo ficción de hipermercado sino libros hechos y derechos. Hombre, siempre hay quien cita a Coelho y sus publicaciones chil-out, pero las lecturas ganaron en profundidad con el paso de la semana. Creo recordar que alguno leía a Santo Tomás de Aquino. Y no sólo eso: esta semana ya han abundado los futbolistas que practican la alta cocina o que sienten debilidad por la pintura de Murillo. Lees hablar a Marchena y te lo imaginas subiéndose las gafas con cuidado, con aires de artista zen.
Por si todo eso fuera poco, nuestros internacionales presumen de lenguas: un defensa andaluz habla en valenciano con su colega catalán, y un volante asturiano habla con el medio centro brasileño en una lengua cercana al gallego, mientras que un centrocampista vasco ya se dirige sin querer al delantero centro en inglés. Desde luego, no hay como parar un penalti a tiempo para cambiar el punto de vista de quien te critica.
Todo esto está muy bien: yo que la Federación, en esta línea de lifting cultural, sugeriría a Luis que mañana cite con soltura y profusión a Friedrich Nietzsche, para que los alemanes sepan con quién se la juegan. Por los rusos de esta noche no hay cuidado. Es notorio que la lectura sigue siendo en Rusia una tradición sagrada, pero estos rusos no son temibles y fascinantes moscovitas sino snobs peterburgueses. Los rusos de Moscú van y vienen del desmadre catártico al régimen marcial, de la desidia global al sacrificio extremo, pero en San Petersburgo, que desde que la crearon vive de espaldas a Rusia, como avergonzada de lo que tiene detrás, todo es más previsible de lo que creemos. Una España más flamenca por Flandes que por Fosforito juega contra una Rusia pintada por Vermeer. En el fondo es la versión más europea de dos países extremos que conocieron la opulencia y el horror, y ahora pugnan por ser los más modernos del continente. Es Erasmo de Rótterdam, que nos vigila, y su paisano Johan Cruyff.

1 comentario:

  1. Anónimo3:47 p. m.

    No sigo el mundillo taurino, pero creo que a los toreros nadie les pregunta qué es lo que leen.
    Pero la cosa no iba por ahí. Los futbolistas, los actores, los catantes y hasta las pelanduscas ganan un pastón anunciando cualquier tipo de producto, vayan o no vayan con su profesión. La pregunta es: ¿por qué los toreros no hacen publicidad?. Un suponer, Ponce anunciando natillas, o condones, o hemoales, o qué sé yo.

    Bolo

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