3.4.06
Despedida, 2.
Y entonces llegaron los matadores al burladero de cuadrillas y saludaron a la presidencia, y luego fueron con los sombreros cordobeses en la mano a buscar a Rafael, que estaba en la barrera. Y Rafael iba con la cabeza baja y esa inclinación del sombrero le daba sabor antiguo. Lo ayudaron a salir del callejón. Las rodillas de Rafael están deshechas, como todo el mundo sabe, y la postración engorda. Pero ahí salió Rafael. Vestía un terno oscuro, en los periódicos dicen que era gris pero yo desde mi andanada lo vi oscuro, catafalco y azabache, como le gustaba vestir. La chaqueta era larga, era casi una levita, para disimular la barriga, pero también para darle ese aire de liturgia y de respeto, esa presencia impresionante que tendrá Rafael aunque se tenga que quedar privado en una silla. Llevaba el sombrero puesto y caminaba cabizbajo, con un pañuelo en la mano, limpio y plegado, por si le desbordaba la emoción.
Y entonces se destocó, y apareció su camisa blanca y su gallarda cabeza, y aparecieron las cenizas de esos rizos que le adornaban la nuca, la seriedad quebrada, la mirada de labios prietos, el tormento interior. Rafael giró su cuerpo viejo a los tendidos, esse crují e caera, y luego hizo algo muy hermoso: con sus pies frágiles afirmó el cuerpo en la arena, como escarban los toros que ya han decidido embestir, como arrancan el apresto de las suelas los toreros antes de iniciar el paseíllo, mirando al suelo. Y Rafael empezó a caminar.
Los andares de Rafael siempre han sido raros. Camina con las rodillas hacia dentro. No es patihueco, pero sus piernas mantienen una rectitud inverosímil, hecha de difíciles torsiones. Y sin embargo es una forma de andar que mantiene los hombros erguidos. Con misterio y parsimonia, Rafael acompañaba cada paso con el pecho, cargaba la suerte al andar, como los cabales, y llevaba la cabeza baja. Y yo me dejé las manos de aplaudir, porque ese hombre me transporta a la esencia del arte, a las infinitas limitaciones humanas y al genio sobrenatural que sólo se cultiva con liturgia, aunque sea la liturgia del andar.
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No te conocía la faceta taurina. No he seguido a Rafael de Paula, no sé de su arte. Los momentos taurinos mas intensos me los ha hecho sentir José Tomás. Nada es igual sin él pero la Fiesta sigue.... El año pasado me hice una foto con el Cid, que no es lo mismo pero también me gusta.
ResponderEliminarEstoy deseando volver a mi tendido del 7.
¡Alguien mas que escribe de toros! muy bien.
ResponderEliminarNuestro blog es 100% taurino, y recogimos la crònica de Joaquin Vidal de la faena de Paula que comentas.
Nosotros estamos en la grada del 7. Saludos
http://torear.blogspot.com/