7. La trilla. La selección del grano.
Reglas muchas puedo referir de los antiguos
si es que no desmayas ni te cansa conocer
pormenores del trabajo. La era lo primero:
tienes que igualarla con el rulo poderoso
y cavarla a mano y con la pegajosa greda
endurecer el suelo, que no medren las hierbas
ni se resquebraje avasallada por el polvo ,
que entonces plagas varias la echan a perder:
puso a menudo su casa el ratón diminuto
e hizo granero por debajo de la tierra,
o los topos cegatos, privados de los ojos,
cavaron sus madrigueras, y fue hallado en las huras
un sapo, y la de bichos que lleva la tierra,
y el gorgojo que arruina los vastos muelos de trigo
y la hormiga que teme la mísera vejez.
Observa el almendro, si se cuaja de flores
y comba en el bosque sus ramas olorosas;
si los brotes prosperan, ricos serán los trigos
cuando en la fuerza del calor venga la trilla;
mas si adensa el follaje la sombra exuberante
pajas gordas trillará la era, nunca espigas.
Yo he visto a muchos que al sembrar tratan la semilla
y a lo primero la rocían con salitre
y con amurca negra, para que así el grano
crezca gordo dentro de las vainas engañosas
y se ablande rápido aun con poco fuego.
Yo he visto semillas escogidas muy despacio
y contempladas con dedicación y esmero
degenerar si el hombre cada año las más grandes
no escogía con la mano: así es el destino
que todo lo empeora, y cuando ya lo ha hundido
lo hace ir para atrás, nada distinto de aquél
que a fuerza de remos remonta una barca
río arriba y si ocurre que afloja los brazos,
el río lo atrapa y lo arroja al abismo.
Virgilio, Geórgicas, I, vv. 176–203.
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