11.9.07

PAÑUELO



En la presentación de su nuevo proyecto para la sede de la ONU en Europa, Miquel Barceló posó para la prensa con un mono limpio, todavía sin manchas de pintura, y un pañuelo de cuatro nudos en la cabeza. Lo más probable es que las nuevas generaciones no entiendan el significado del moquero, y, puesto que no lo asocian con nada, no lo consideren humillante ni ridículo, si acaso una versión hispánica del pañuelo bandana que popularizaron los piratas y los cincuentones calvos cuando van en una Harley. Quién sabe si no veremos a un adolescente salir del buga tuneado con un pañuelo de cuatro nudos. De momento, los albañiles llevan cascos amarillos y gorras Bridgestone, jamás el célebre pañuelico, ni mucho menos la boina, una prenda más versátil que viste igual a Schumann que a un labriego, igual a Fellini que al Che. Pero ese pañuelo…
Una de las virtudes que más admiro de Barceló es la sencillez con que describe sus proyectos, por colosales o ambiciosos que lleguen a ser. Todo el mundo entiende lo que va a pintar en esa cúpula: un techo con estalactitas de colores y objetos colgantes cuya perspectiva vaya cambiando según se lo mire. La idea es igual de sencilla que la de Miguel Ángel cuando pensó en la Capilla Sixtina, por citar los referentes que el propio Barceló (lo que hace el triunfo) ha señalado como sus modelos. Pero eso, que es todo, también es nada, porque luego hay que ponerse el pañuelo, currar, trabajar, improvisar, solucionar, vivir un tiempo metido en la obra de modo que no sea la traslación mental de ningún proyecto sino una genuina work in progress que deberá su belleza a la tiranía de las leyes que vaya creando mientras crezca, y a las que el artista deberá ir sometiéndose día a día. Ese pañuelo es para sudarlo. Esa cúpula nacerá no solo del genio sino, sobre todo, de las horas que le eche el genio. Los artistas españoles no suelen ponerse pañuelos en la cabeza. Si alguna vez usan boina, es boina de marca, boina cultural, con vuelos medidos, ideologizados, boinas que no les estropeen el cardado. Y la pintura contemporánea, sobre todo cuando triunfa, es un poco así: cuadros medidos, preñados de significados colaterales, boinas cuya gracia es que quien las usa no lo hace porque las necesite sino porque le quedan bien. Barceló ironizaba, claro, pero el pañuelo le quedaba bien; le sacaba cara de paleto, cara de bollo, de currante que se piensa la resistencia de una jácena mientras sujeta el cigarro entre el dedo índice y el gordo, y bebe del botijo sin tocar el pitorro con los labios, como debe ser.

1 comentario:

  1. Como diría el famoso cantautor de los sesenta: "Soy currante y tiro palante
    lo que como me lo gano con el lomo"
    Gracias por la referencia al botijo. Mi sonrisa invisible le dirá por qué:
    http://www.fotolog.com/botijo

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