18.10.07

VIDA Y DESTINO 1


Las doscientas primeras páginas de Vida y destino, la novela de Vasili Grossman, no me han acabado de gustar. No se trata de defectos técnicos, menuda insolencia, sino de una forma de tratar los temas que deja por sentado de quién te tienes que compadecer y a quién debes odiar. Bien es verdad que el ambiente que se respiraba en los primeros años 40 en Europa no era para ir dudando demasiado, ni por el lado de los rusos sometidos a Stalin ni por el de los judíos esclavizados o exterminados por los nazis. Los personajes, por lo menos los personajes que hasta ahora me han aparecido, son víctimas de la situación, y eso aclara tanto como estrecha, quiero decir que las cosas fueron como fueron (y el testimonialismo tampoco es algo que me entusiasme) y que las posibilidades trágicas de los personajes quedan limitadas a la desgracia de encontrarse con el diablo.
La solapa de la novela dice que es “la Guerra y paz del siglo XX”, y la verdad es que desde que empecé no he dejado de sentir ganas de abandonarla y volver a meterme de cuajo en la de Tolstoi, porque en Tolstoi, por así decirlo, todo el mundo tiene una oportunidad, que es la premisa imprescindible para que todo el mundo pueda enfrentarse a una situación trágica. Y también pensaba en Tolstoi ayer tarde, al escribir deprisa y corriendo la bernardina para el periódico, que no fue la geórgica, demasiado cursi, sino la titulada Tipografía. Allí hablaba de la transparencia de los tipos, y en realidad pensaba en la transparencia del narrador. Tolstoi es, más que transparente, incorpóreo. La novela está escrita con la velocidad exacta, con la distancia oportuna, con la medida pertinente, aun a pesar de las homilías que de vez en cuando suelta el escritor. Junto a ella, cualquier novela con ambiciones épicas queda o demasiado suelta o demasiado ligada. En el caso de Grossman, encuentro, a veces, una disfunción entre la velocidad al narrar y la densidad de lo narrado, en unas proporciones que no siempre son las que uno puede imaginar, es decir, a veces me parece lento y ligero y otras rápido y apretado, y aún otras denso y moroso y otras, las que más me gustan, alegre y fluido. Hay muchas variantes y un solo punto en el que casan todas: Tolstoi.
De modo que la comparación no ayuda. Es posible que en 1960, cuando se terminó esta novela y no pudo publicarse, el mundo no tuviera ya tatuado en su cerebro lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial. Quiero decir que cuarenta años después resulta dificilísimo vencer la iconografía globalizada de aquellos días. En 1960, por ejemplo, tampoco había libros como Stalingrado, de Anthony Beevor, que es otro de los libros que, según van llegando las escenas bélicas, más me apetece consultar.
Lo que sí respeta Grossman, la enseñanza de Tolstoi que desarrolla y profundiza, es que cada capítulo está contando desde un planteamiento nuevo: ahora una descripción mitlitar, luego una carta de una madre, más allá una escena chejoviana, después, o antes, una disertación sobre el tiempo (sobre la percepción del tiempo), y así sucesivamente. En la medida en que esa estructura compone un mosaico que, según las normas de la modernidad, es la única forma de contar lo sucedido, la novela me sigue interesando; pero, al mismo tiempo, en la medida en que soy consciente del entramado, que me es evidente la carpintería, Tolstoi me sigue volviendo a engatusar.
Vaya drama que tengo yo esta tarde, no sé si seguir leyendo Vida y destino o aparcarla unos días y correr a los brazos de Guerra y paz. A este paso no me va a dar tiempo a leer a los planetas de este año ni al Premio Nacional de Literatura. Qué lástima.

3 comentarios:

  1. Sí, qué lástima. Es para echarse a llorar.

    Este escribir sobre lo que se está leyendo, más que sobre lo leído, contar desde "dentro", inmerso en la cosa, me parece más interesante y revelador (honesto, quizá) que el comentario sobre algo ya acabado.

    Un saludo, Antonio.

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  2. Anónimo1:23 p. m.

    Eres un pedante.
    Decir que no te ha gustado Vida y destino te retrata.
    Sin comentarios

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  3. Anónimo11:49 p. m.

    Pues la verdad, yo también opino que tu comentario es de lo más pedante. Perdona, pero que yo sepa de las víctimas siempre hay que compadecerse, si para tus gustos limitados hay que dar la oportunidad... cómo se nota que no viviste nada de eso. Yo tampoco pero me ha hecho sentir cosas que no había experimetnado antes... la verdad, esto de los blogs permite que mucho sabelotodo escriba cualquier mamarrachada. Vida y destino está escrito con sangre, no como tú estos comentarios...

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