7.12.10

Leo Tena mira un cactus

El verano pasado Teruel estuvo especialmente surrealista. El Museo de Teruel acogió una exposición de José Manuel Ubé que compartía edificio con el fotógrafo Rodney Smith, al que la gente suele tomar también por surrealista. Puntophoto trajo el surrealismo chino de Maleonn, tan barroco. Y en la exposición que nos ocupa, en Desde la sombra, pudimos ver elementos surrealistas en la instalación de Remedios Clérigues y el surrealismo casi militante de Leo Tena.

Cada vez que nos preguntamos por qué nos gusta tanto el surrealismo por estas tierras, la respuesta suele confundir el efecto con la causa. No tenemos esta inclinación al surrealismo porque Buñuel sea de Calanda. La tenemos en la misma medida que la pudo tener Buñuel. Es, por así decirlo, nuestra forma de humor más natural. Pero no hablo de Buñuel con Leo Tena en su estudio de líneas claras. Las cosas aún están desperdigadas por el suelo porque el fotógrafo está de mudanza, y da la sensación de que ese necesario desorden debería preservarse. Se imagina uno el final de la mudanza y el estudio cobra una dimensión matemática, sin más líneas curvas que un cactus que el fotógrafo está mirando con la cámara y un botijo marca Ubé.

Leo Tena, como buen amante de la perfección, practica un surrealismo científico. Todos los días anota sus sueños en un cuaderno de campo (de campo soñado) y va incorporando referencias, esquemas, dibujos, fotografías, hasta que se decide a indagar en una de aquellas imágenes y reconstruirla con su lenguaje estético. Leo tiene claro que ese fue su camino después de Vida X, en 2004, donde empezó a mezclar la fotografía de composición con la radiografía. Pero no solo es fiel al lado onírico del surrealismo, sino a su esencia, digamos, no intervensionista, al instinto creador. Una cosa es crear una imagen sin dejar que la censure la conciencia y otra reproducirla con exquisita maestría técnica, siempre y cuando esta técnica no ensombrezca la máxima de la unión libre.

Lo que Leo Tena presentó en Desde la sombra no era especialmente surrealista, pero sí conservaba un punto de ensoñación, de agujero desde el que solo se puede mirar en mitad de un sueño: era un gigante diminuto, una larva hipertrofiada, lo grandioso y lo minúsculo, tan atractivos. El trabajo previo sobre sus sueños incluye un método surreal, y sólo la puntillosidad técnica es tan cerebral como las líneas blancas de su estudio. Lo que allí presentó era arte tomado como algo ajeno a la realidad que sirva para hablar de ella, pero Leo Tea compagina este surrealismo a veces tan ortodoxo con el reportaje en blanco y negro. Y aún aquí, en esta visión de lo real, no de lo surreal, hay algo que une ambas facetas de su obra, lo que, bien explicado, cabría calificar de espectral. Sus fotos de calles con personaje tienen algo de fantasmagóricas, del otro lado de la realidad. Leo Tena es un amante del negro, para vestirse él y para vestir sus fotos, y a mí me da que esa actitud tiene algo de noventera. Cuando le pregunto por la época del arte turolense que más le interesa, Leo Tena sonríe y habla de aquellos últimos ochenta, o la época de Maenza y por ahí, bastante anterior. En esa devoción hay algo generacional, pero también es verdad que entonces el surrealismo era una forma de expresión cotidiana.

Leo Tena confía en que se produzca un nuevo renacimiento artístico, que ya toca. Un florecimiento variopinto y libre, donde cada cual se suba al árbol que más le apetezca. Él se sube al árbol del surrealismo, a sus ramas sin hojas, a sus frutos subterráneos. Quizá por eso lleve tanto rato mirando el cactus, sus formas abstactas, redondeadas y puntiagudas. Tengo la sensación de que está retratando la punta de las espinas. Habrá soñado con ellas.

Yo no creo que aquella época tuviera una especial brillantez artística. Lo que sí tuvo fue una especial brillantez vital. La brillantez artística debe quedar en algún otro sitio aparte de la memoria y de los mitos. El hecho de que ahora haya en Teruel un puñado de buenos artistas, dominadores del oficio pero no víctimas del enciclopedismo posmoderno, conscientes de que la mejor garantía de la subversión es la verdadera calidad, es bastante más de lo que hubo entonces. Lo otro, lo que excede al oficio, la brillantez vital, va con los tiempos. Leo Tena explica que en su imaginario no había tanto rudimento libresco como muchos canales de televisión, algo también muy noventa, pero todavía con la curiosidad inagotable y crítica que con el siglo casi se termina. Leo no cree que el surrealismo sea un arte del siglo pasado. Es un modo de expresarse, un idioma de gramática infinita, como las curvas del cactus en su estudio rectilíneo.

2 comentarios:

  1. Estupendo homenaje para Leo (se lo merece, no sólo como gran artista, sino como gran persona).

    Gracias, Antonio.

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  2. Anónimo3:23 p. m.

    Yo me uno al comentario de Ubé. Teruel cuenta ya con muchos referentes en el mundo del arte.
    Felicitaciones a Tena.

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