20.3.20

La contagión, 5


Hay algún otro virus colateral que todavía no ha estallado, al menos eso creemos, eso imaginamos, porque la imagen del mundo ya es por completo virtual, la realidad ya no se compensa con lo que vemos al bajar a la calle, porque en la calle no hay nada. Durante una semana la gente se ha tomado la cosa con cierto aire festivo y solidario, ingenuo y entusiasta. Pero esto es solo el principio, y al mismo tiempo que la curva de contagios crecerá el hastío. Ser quien creemos que somos durante una semana es un esfuerzo relativamente corto. Las bacterias se crían al calor de la convivencia inusualmente prolongada. Igual que cuando el fumador que dejó el tabaco reincide y se fuma sus primeros pitillos con esa seriedad febril de quien es consciente de que ha vuelto a caer pero le da lo mismo, así también nos iremos poco a poco cansando y el olvido empezará a propagarse. El día que dijeron que había tres o cuatro víctimas mortales, todo el mundo se asustó, bastante más que al escuchar que la cifra pronto alcanzará el millar. Por eso la OMS hace muy bien en recordar, y más insistente y expresiva debería ser, que con ser joven y estar sano uno no se libra de la muerte. Parece ser que hasta un cincuenta por ciento de la población es inmune, pero esa inmunidad responde a causas desconocidas, y con la capacidad mutante del virus tampoco viene a decir nada. 
   Siempre se ha contado que en la guerra se organizaban bailes en las treguas. Aquí no se puede. El enemigo está fuera, matando gente, y dentro, cansándola, invitándola a dejar de mirarse a sí misma, a abrir la puerta y salir a la calle a fumar. Hoy llega la primavera, y el enemigo mutará en revueltas hormonales y astenias insoportables, cansancio nervioso y reacciones intempestivas. Somos fumadores compulsivos a los que se nos pide no abrir el paquete que tenemos en la mesa. Al principio sabremos por qué lo hacemos, pero si ceja el bombardeo de consciencia volveremos a ser lo que somos, gente que no suele aguantar con las dietas, que se apunta a cursos en septiembre, que en enero abre un libro. Yo me he puesto en la pantalla unos versos de Tirteo, el poeta espartano que arengaba a las tropas: «triste es que muera un anciano / en el campo de batalla». Para que no se me olvide.

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