6.12.05

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Una editorial cristiana, la Biblioteca Homo Legens, acaba de publicar, en formato de los de antes, con buen papel y tapas de tela, y a precio razonable, una de las novelas mayores de Dostoievski, El idiota. Su protagonista, el príncipe Mischkin, se rige por dos reglas insobornables: no juzgar a nadie y no consentir que nadie se humille. Su bondad extrema le lleva al amor por compasión, a una extraña fraternidad que no nos parece humana porque no tiene sombras. El propio Dostoievski dijo que El idiota era una especie de ensayo sobre el bien, y que quería meter la concepción inmaculada de la existencia de un hombre bueno en mitad de sentimientos demasiado humanos: ama a quien lo engaña, ampara a quien lo traiciona, pero jamás se aparta de sus normas (lo que quiere decir, sospecho yo, que tampoco sufrirá mucho). Su concepción es inmaculada porque no entran en ella las bajezas propias de los seres humanos: no hay mancha en su regla, por mucho que Dostoievski la inficione de una especie de morbosa compasión.

A Mischkin lo tengo, al mismo tiempo que por un ejemplo de moral, por el colmo del egoísmo trascendido, un poco masoquista; pero también por una actitud que sólo es posible a partir de la ausencia radical de sentimientos, que es lo que siempre me ha fascinado de él, muy en la línea del Adolphe de Benjamín Constant. Quiero decir que una cosa es el sentimiento y otra la decisión de sentir ese sentimiento, el sentimiento como ficción, como postura (como norma), aunque se crea en ella o empuje a una tragedia. Veo a Mischkin más cerca de San Manuel Bueno que de Cristo redentor, vaya.

De todas formas, tengo en la mano un libro de Steiner (Tolstói o Dostoievski), que avisa de que sin Rogochin, el personaje pecador por excelencia, Mischkin vuelve a ser un idiota. “Sin la tiniebla, ¿cómo captaríamos la naturaleza de la luz?” Sin la miseria de la existencia, ¿cómo podríamos concebirla inmaculados? A Mischkin lo admiramos pero nos parece ridículo. Nos cae bien pero no estamos dispuestos a imitarlo. No es que su inmaculada concepción de la existencia nos parezca inalcanzable, que no lo es, sino que no podemos permitir que los otros se confundan y nos tomen por idiotas.

5 comentarios:

  1. Anónimo1:08 p. m.

    Y ya que se trae aquí a San Manuel Bueno ¿Puedo pedirle su opinión, aunque somera sea, sobre la "novelita" de Don Miguel?

    Saludos.

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  2. Salvo de su primera novela, 'Paz en la guerra', que me parece muy importante, del resto pienso que no son exactamente novelas. Son ideas ocurrentes que se desarrollan a partir de una paradoja especulativa. No son más que su resumen. Por eso disfruto mucho más del Unamuno ensayista, articulista o, sobre todo, poeta, que del Unamuno novelista. Concibo la novela como un relato que sugiere un mundo, y en el caso de Unamuno es una anécdota que provoca una reflexión. Al mismo tiempo que su escritura 'transitiva' (para decirlo con Roland Barthes) me parece que ha dado mucho de sí, sus novelas me resultan esquemáticas, sin desarrollo, y sobre todo sin esa necesaria ocultación del autor de la que Unamuno era rigurosamente incapaz.
    Con respecto a San Manuel, me parece que es un cuento poco honesto, ad maiorem auctoris gloriam, por así decir. Es la mitificación de la angustia... y de la hipocresía. No se puede ser cínico y beato al mismo tiempo. No se puede quedar bien con Agamenón y con su porquero al mismo tiempo.
    Pero al mismo tiempo debo decir que sus ensayos fueron mis primeras lecturas conscientes, y que su prosa es revolucionaria porque adaptó el elevado pensamiento a la lengua real, al modo verbal de pensar que, desde mi punto de vista, es un hallazgo estilístico de primera categoría. Le debo muchos buenos ratos a Unamuno. No sé por qué soy así de desabrido con sus novelas. En cualquier caso, ¿no le parece que la anécdota de San Manuel está, en el fondo, sin desarrollar?
    Muchas gracias por entrar en la página.

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  3. Anónimo12:25 p. m.

    Yo creo que Unamuno escribía para un mundo periclitado, agónico y de extremaunción.
    Su universo existencialista no tenía cabida en una sociedad que había decidido dejar de existir para derramarse en un presente voluntariamente despojado cualquier tipo de referencia, moral o histórica. Vivo en sí mismo y sólo para sí mismo.
    Es, pues, un autor de "ningún tiempo". De ahí su difícil encaje y comprensión.
    Me parece la suya - la de usted- una de las mejoras prosas que circulan por la red. No debe, por tanto, dar gracias a sus lectores. Muy al contario, somos nosotros quienes debemos estar agradecidos por su trabajo.
    Un saludo cordial y mi franca admiración.

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  4. Anónimo12:28 p. m.

    Yo creo que Unamuno escribía para un mundo periclitado, agónico y de extremaunción.
    Su universo existencialista no tenía cabida en una sociedad que había decidido dejar de existir para derramarse en un presente voluntariamente despojado de cualquier tipo de referencia, moral o histórica: vivo en sí mismo y sólo para sí mismo.
    Es, pues, un autor de "ningún tiempo". De ahí su difícil encaje y comprensión.
    Me parece la suya - la de usted- una de las mejoras prosas que circulan por la red. No debe, por tanto, dar gracias a sus lectores. Muy al contario, somos nosotros quienes debemos estar agradecidos por su trabajo.
    Un saludo cordial y mi franca admiración.

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  5. ...Sobre todo después de la espantosa repetición de "al mismo tiempo" en mi comentario anterior. A veces no hay vuelta atrás ni posibilidades de corregir. Pido disculpas.

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