28.6.06

Prestigio

Publicado en el suplemento taurino
que el DDTdedica a la Feria del Ángel

Hace no más de diez años el cartel de toros de estas Fiestas del Ángel habría llenado de interés a los aficionados. Esperaríamos a los Núñez de Murteira Grave, los toros hondos y badanudos que no faltaban en las mal llamadas corridas duras, o querríamos ver gotas viejas de Saltillo, de Pablorromero o de Gamero Cívico en los toros de Román Sorando. Con eso, además de los gracilianos de Santa Coloma que heredaron los Pérez Tabernero y de la egregia sangre de Miura, la feria de Teruel sería lo que algunos quisiéramos que fuese, una exhibición de encastes célebres, un poco a la francesa.
Los taurinos, que interpretan los prestigios a su manera, son conscientes del eco que siguen propagando las ganaderías históricas, las que guardan sangre brava de cuando la fiesta era el dominio de la bestia, no un circo con animales domésticos. Los toros de Román Sorando han sido mucho tiempo en Madrid sobreros de corridas complicadas, hasta que su dueña, doña Hortensia, fue al hipermercado de Juan Pedro Domecq, el exterminador de la casta vazqueña, el inventor del toro con ruedas, y fumigó cualquier vestigio no comercial de la ganadería. Y algo parecido sucedió con Murteira, que pasa por tener unos buenos (los Núñez–Núñez) y otros Juanpedros para ir tirando.
Así que, prescindiendo de que no deben de ser muy irritables unos Santa Coloma que se puedan adaptar a ciertas coreografías aflamencadas, nos queda Miura, la sangre de Cabrera, el torazo no violado por Domecq. En Sevilla volvieron a ser, el pasado mes de abril, los que siempre han sido, un cruce de Goya con las cuevas de Altamira, un toro indómito frente a un torero valiente, y los sevillanos, tan acostumbrados a los faralaes y a estar más concentrados en el silencio que en el fraude, disfrutaron más que en todo el resto de la feria. Verlos, si están bien presentados, ya es bastante, su protagonismo pone al torero donde le corresponde, desnuda su técnica y su oficio, su dominio y su valor. Sublima lo que cada día se nos pide a todos los espectadores, que nos entregamos a su causa porque la sentimos verdadera, y por eso nos emociona.

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