8.6.06

Recolección


Diario de Teruel, 8/VI/2006

No sé a quién pedir recomendación para que me acrediten, como si fuese un periodista, en el Congreso de Pastoras y Pastores que se celebrará el próximo mes de septiembre. La razón es que leí con mucho interés el libro de José Luis Castán Pastores turolenses, y tengo haciendo cola el volumen colectivo que Carlos Serrano y el propio Castán editaron con el título de La trashumancia en la España mediterránea.
Ambos pueden encontrarse en el estupendo Museo de la Trashumancia de Guadalaviar, adonde fui hace poco a recolectar palabras. A veces me entretengo en una traducción en verso de las Geórgicas de Virgilio que empecé hace muchos años y que me durará toda la vida, y este verano quisiera darle un empujón al libro III, el que habla de los pastores, lleno de sabrosos tecnicismos, como cuando cuenta cómo detectar a tiempo la podagra, cómo tratar a las ovejas modorras o cómo desinfectar las parideras con gálbano quemado. ¿Cómo se llaman, por ejemplo, los bozales ferrados que guarnecen el morro a los cabritos cuando se los desteta?
Pero aún hay más palabras que recolectar. El congreso de septiembre tratará, es de suponer, de la sociología pastoril de nuestro tiempo. Una simple navegación por el mercado de empleo agropecuario arroja dos datos interesantes: en primer lugar, casi todos los que ofrecen trabajo de pastor ofrecen también contrato, como si eso no se diese por supuesto, aunque nadie habla de los días libres, algo que tampoco parece darse por supuesto; y, en segundo lugar, los que se ofrecen para trabajar como pastoras y pastores son, mayoritariamente, ciudadanos rumanos y marroquíes que siempre aportan su experiencia con el ganado, su dominio del oficio y sus ganas de trabajar.
El castellano le debe mucho a la trashumancia. La lana le dio abrigo a su expansión. El escudo de la Academia, como sugiere Juan Ramón Lodares, debería ser una oveja. Ahora en esas rutas se hablan lenguas lejanas, algunas del otro extremo de la romanización, o del otro lado del Estrecho, y el aire que atraviesan las ovejas se llenará del habla eterna del pastor, fresco ahora de palabras nuevas, de gritos y silbidos con timbres internacionales que igual sirvan para llamar al mardano que para negociar un convenio laboral en condiciones y exigir que se respete.

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