26.3.08

CARBURO


Diario de Teruel, 27 de marzo de 2008

Es una lástima que los catálogos de modernismo turolense no incluyan el hermoso salto de agua del Carburo, del que los vecinos no solemos ver más que una especie de tobogán de cemento podrido que desciende hasta el camino, pero que en su parte superior, oculto entre un bosque de ailantos, conserva una estructura de principios del XX verdaderamente singular. Acceder a ella no es fácil. Hay que descender por un barranco de la Muela lleno de basuras y trepar con cuidado entre los restos de unas escaleras anegados por las zarzas, hasta llegar al puente y a la maquinaria que abre las compuertas, tres grandes ruedas de hierro cuyos dientes ya se han fundido con el engranaje donde los dejaron clavados la última vez. Desde arriba se ven hilos verdes del agua que discurre todavía por la rampa, pero hay que bajar junto a un talud desmigajado para ver el hermoso bosquecillo de columnas diagonales, cada una de cuyas muchas perspectivas es una impactante composición de líneas curvas y grietas enmohecidas. Hasta los diminutos túneles de los desagües tienen bóveda de catenaria. La garita de la máquinas está sostenida por un juego de contrafuertes curvos que conservan el aire de cuento de los cimborrios modernistas, como son, en los tebeos, esos templos de aire precolombino, escondidos en la selva, cuyas ventanas parecen los ojos de una calavera por donde salen y entran las culebras. No había visto nada más interesante desde la fábrica de armas de Orbaitzeta, en Navarra, que casi es monumento nacional. Pero allí las arcadas son de medio punto, y aquí dibujan todas las posibles formas de una catenaria, probablemente por razones de estructura, de compensación de fuerzas, pero también por un prurito estético encomiable. Las perspectivas rectas, las que cruzan el edificio, componen juegos concéntricos de líneas cuya belleza contrasta con el albañal en que se pudren. Los muros de cemento siguen descarnándose, los enrejados a flor de piel están ya medio derretidos por el óxido, hay goteras permanentes que pandean la pileta, incluso las barras finas de hierro por las que pasaba el agua para cribarla de ramas están juntándose unas con otras, y el moho y el orín les crecen como si estuvieran vivas.


2 comentarios:

  1. Gracias por rescatar el olvidado Carburo. Hasta su nombre suena mágico. A veces las cosas que tenemos más cercas son las que menos nos importan.

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  2. Anónimo8:02 p. m.

    Antonio, gracias por el apoyo. En nuestro caso va a ser una alegación que vamos a presentar en la revisión del PGOU. Veremos como la estiman y seguramente deberemos seguir insistiendo.
    He editado el post y he añadido enlace a tu blog para que se puedan ver las fotografías.

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