16.5.08

GEÓRGICAS 12


12. Labores para el invierno. 287-310.

Cunden más muchas labores en la noche fresca
o cuando, al salir el sol, rocía los campos
el lucero del alba. De noche se siegan
mejor los rastrojos finos, la pradera seca.
No falta un húmedo relente por la noche,
y alguno pasa las veladas del invierno
al amor del fuego, y con falces afiladas
talla las teas en forma de espiga.
Mientras tanto la mujer, que alivia con canciones
la larga faena, va recorriendo las telas
con el peine cadencioso, o pone a cocer
el mosto dulce y con la ayuda de unas hojas
el caldo del puchero hirviente desespuma.
Con la fuerza del calor se siega el rubio trigo,
con calor trilla la era las tostadas mieses.
Desnudo has de arar, has de sembrar desnudo.
El invierno vuelve perezoso al labrador:
los agricultores, en cuanto llegan los fríos,
se dedican a gozar los frutos que acopiaron,
se convidan a festines llenos de alegría,
el invierno los invita, y aleja las penas,
como cuando tocan puerto las cargadas naves
y los marineros cuelgan flores en las popas.
Pero también es tiempo de coger bellotas,
bayas de laurel, olivas, mirto ensangrentado,
de poner las trampas a las grullas, y a los ciervos
redes, y de perseguir las orejudas liebres,
de tirarles a los gamos, de darle que restalle
a la cuerda de estopa de la honda balear.
Es el tiempo en el que cae la nieve profunda,
cuando los ríos arrastran témpanos de hielo.

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