11.5.08

GEÓRGICAS 9


9. La lectura de los astros, vv. 231-258.

El sol dorado por esta razón rige el orbe
en partes concretas dividido, y a través
de los doce signos que habitan en el cielo.
Cinco son las zonas que ocupan el firmamento:
una siempre está roja del fúlgido sol,
abrasada siempre por el fuego, y a derecha
e izquierda se extienden los límites azules
cuajados de negras tempestades y de hielo;
entre éstas y la del medio, por obsequio de los dioses,
dos más fueron dadas a los míseros mortales,
y por todo el camino que corta ambas zonas
sobre sí gira el orden oblicuo de los astros.
El mundo, así como escarpado se levanta
hacia los montes Rifeos y la parte de la Escitia,
así también se hunde en pendiente hacia Libia,
por allá por donde soplan los vientos australes.
Este polo está siempre por encima de nosotros,
pero al otro lo contemplan, bajo sus pies,
la Estigia siniestra y los Manes profundos.
Allí, según se cuenta, o la noche cerrada
calla para siempre y densas tinieblas la cubren
o vuelve desde nuestros límites la Aurora
y les trae un nuevo día, y entonces el sol
su soplo con caballos jadeantes nos envía.
Allí es donde enciende el Véspero brillante
las luces de la tarde. Y con esto podemos
predecir el tiempo incluso en el incierto cielo
y el día de la siega y la hora de sembrar
y cuándo batir con remos mármol traicionero
nos conviene, cuándo armadas sacar las naves,
o cuándo hay en el bosque que talar el pino;
no en vano escrutamos el ocaso de los astros
y su nacimiento, y el año, a partes iguales,
en cuatro diferentes estaciones dividido.

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