7.1.09

El año de las luces

Es posible que 2008 haya sido el año de la rehabilitación estética de la ciudad, o como poco el año en que las autoridades hicieron lo posible por no cometer los mismos errores de siempre. La plaza del Torico espera los convenientes cálculos electorales para ser borrada de nuestra memoria y sustituida por un adoquinado que esté a la altura de su importancia como plaza principal de la ciudad. Ya ha pasado suficiente tiempo para que, según la célebre frase de Biel, la gente se acostumbrase a esa bisutería lumínica con la que se intenta embellecer lo que quizá no se considerase suficientemente bello en su momento, y también para que esa tontería más propia de un hipermercado de suburbio que de un centro histórico se haya hecho más vieja que los edificios que la soportan. Es de agradecer que la luz los desfigure, porque sería perceptible su sonrojo.
Fieles a su argumentario, las autoridades no han dado su brazo a torcer, pero el hecho de que la Plaza Amantes haya ido a parar a un estudio tan solvente como el de Linazasoro da la sensación de que han hecho propósito de enmienda. Es como si, conscientes de que les habían tomado el pelo con la Plaza del Torico, se hubieran esforzado en no caer en la misma vulgaridad. Desde luego hay más motivos para estar tranquilo y no esperar a que otra vez los juguetes virtuales deslumbren a las autoridades como a niños caprichosos y contentadizos, al menos a la luz de obras recientes de Linazasoro como la Biblioteca de la UNED o, sobre todo, el Centro Cultural de Lavapiés, ambos en Madrid. Y eso que los pasos previos en la rehabilitación no invitaban al optimismo, sobre todo si consisten en poner en valor el conjunto San Pedro-Amantes con un alero en la calle Matías Abad que tapa media torre o con ese edificio estilo caja de zapatos chapada con monótona caliza de Villalba que se ha dedicado a Oficina de Turismo.
Los ciudadanos no exigían nombres tan solventes y respetados como el de Linazasoro sino algo tan sencillo como el respeto al entorno y el uso estable de la vegetación. Nos hemos hartado de hangares de cemento y fuentes de catálogo, de floreros de hipermercado y un aspecto de mausoleo cutre que amenazaba con apoderarse de toda la ciudad. La verdad es que hubiera sido incluso deseable una moratoria en los desmanes, por lo menos hasta que veamos que sí es posible ser hermosos y modernos, agradables y respetuosos, umbrosos y paseables, algo que quizá se inició con la valiente negativa de la Comisión de Patrimonio a que se siguieran destrozando espacios públicos como los jardines de Fernando Hue. Es más, casi todas las últimas propuestas (civilizar un poco las laderas de la Ronda, adoquinar el Óvalo como es debido) han venido acompañadas de un marbete que en puridad no habría hecho falta: se reconstruyen las laderas para que no se vuelvan a hundir y se adoquinará (eso esperamos) el Óvalo para que no se vuelva a destrozar. La Plaza Amantes se construirá para que no siga siendo una ruina, e incluso se insiste en que la vegetación será de verdad.
De modo que, arquitectónicamente hablando, quizá lo mejor de 2008 es que no haya pasado casi nada, pero que haya cundido la convicción de que ya vale de mamarrachos y de materiales exóticos que alguien, sin tomarse la molestia de saber dónde van a ser puestos, elige por motivos que a los vecinos se nos escapan. Hace pocos días asistimos a la demolición del chamizo agrietado que durante décadas ocupó el lugar de un mercado histórico. Tampoco en este caso esperamos demasiado, pero quienes se responsabilicen de su ejecución saben que la época de tragarse aparcamientos grises como si fueran obras de arte ya ha terminado. Nos favorece, además, que el Estado se haya lanzado a la obra pública, un buen momento para que nuestros próceres dejen de hacer el ridículo con sus contrataciones y empleen a ciudadanos en recuperar los lugares de siempre, empezando por el asilo modernista, antes de que el padre Muneta se canse de predicar.
No creo que a ningún político se le ocurra presumir ya más de adoquines hindúes que se descascarillan con mirarlos ni de bochornosas parameras desabridas como la Glorieta. Todavía falta tiempo para que la nueva Plaza Amantes marque una pauta nueva. Entretanto, con plantar árboles de verdad, no macetones del Carrefour, ya tendríamos bastante, pero también es tiempo de que cada obra nueva pueda presumir de permanencia, y nosotros de una plaza que entregamos a la ciudad convencidos de que ha de conservarla para siempre.
Diario de Teruel, 3 de enero de 2008

9 comentarios:

  1. Antonio:

    Eres una persona polifacética. Además de las virtudes que ya conocíamos, ahora resulta también que tienes criterio solvente sobre urbanismo. Deseo que este escrito sobre nuestra común y estimada capital turolense llegue a quien corresponde. Te felicito y espero que este año sigas obsequiándonos con tus excelentes escritos.

    (Si conocieras la Plaza Lesseps que acaban de renovar en Barcelona, te espantarías. Quizás algún días te envíe alguna fotografía)

    Un cordial abrazo

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  2. En realidad fue un encargo para el especial fin de año del Diario. Me pidieron, como el año pasado, un artículo sobre algún acontecimiento de interés que hubiera ocurrido en 2008. Ya he hablado alguna vez sobre estas cosas, pero es que se están pasando mucho con la ciudad. El mal gusto es el de siempre, pero ahora se mezcla con soberbia, y el resultado es de chafarrinón.
    Feliz año, Luis Antonio.

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  3. Anónimo8:46 p. m.

    No es estrictamente urbanístico, o sí, la verdad es que no lo se, pero se te ha escapado la mierda del paseo fluvial, antes parque fluvial, con el que nos han agasajado el ayuntamiento y la confederación hidrográfica del Júcar:
    Deforestación masiva de las riberas, escolleras mierderas sin ninguna gracia ni oportunidad y ensanchamiento de caminos para que se pueda circular con coche y se hagan carrericas de motos. El suelo cubierto de graba gorda para torcerte el tobillo y hacerte puré los piés y, además se ha dijado sin terminar.
    ¿Quién da más?

    Me imagino que la siguiente fase será colocar docenas de farolas de las que les han sobrado del Parque Farólico de Platea. ¡Que penita que tengamos unos políticos tan chorizos y gilipollas!
    Juan Carlos

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  4. Anónimo9:05 a. m.

    Felicidades por tu artículo.
    Yo no soy tan optimista. Este Teruel nuestro no cambiara hasta que no cambien las caras de quienes se empeñan en dirigir la política, hasta que no decidamos votar un relevo generacional, y de momento estan todos muy anclados en no dejar caras nuevas al panorama político turolense, sin excepción.

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  5. Anónimo12:04 p. m.

    Juan Carlos
    Hemos perdido en la ciudad la referencia del río. Fíjate, que no hace muchos años. la última mitad del siglo pasado, hay una seríe de gente conocida que todos la relacionabamos con su condición de pescadores, con los que nos hemos encontrado en nuestros paseos fluviales, a quienes te tenías que dirigir para aprender a pescar. Existe esa referencia, porque la ciudad miraba al río Turia.
    Yo no me atrevo, pero quizas Antonio, un día de estos sea capaz de hacer literatura con esos personajes, que eran parte del río como la nutria ó el martín pescador, o las mismas truchas y barbos que pescaban.

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  6. Es verdad, no se me había ocurrido que Teruel fue alguna vez una ciudad pesquera. Si encuentras documentación al respecto, me encantaría echarle un vistazo. Salud.

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  7. Anónimo8:59 a. m.

    Había una sociedad de pescadores, que creo tenía su punto de reunión en el Bar Teruel. Yo no sé si queda algo de todo aquello.

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  8. Anónimo10:02 a. m.

    Ayer paseo, por primera vez tras su reforma, por la ribera del Rio Turia.
    Coincido con Juan Carlos. Es una chapuza, además sin terminar.
    Por una parte no han sido capaces de recuperar el dominio público hidraulico, y continuan invadido por alambradas y cercas de propiedades particulares y empresas.
    Por otra parte no se ha completado un circuito completo del recorrido.
    Tampoco han sido capaces de restaurar y recuperar la escombrera de la estacción de ferrocarril.
    Pero, desde el aspecto ambiental, creo que es mejor que no vuelvan a entrar a tocar el cauce. El río con este invierno húmedo, lleva un buen caudal, y de forma natural si le dejamos en paz, él solo sanara las heridas de sus orillas, y hara brotar árboles y arbustos.

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  9. Gracias, Ángel, por estos materiales de primera mano. Espero que no te importe que copie en el periódico tus observaciones.

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