1.4.20

La contagión, 17


Hay dobles vidas necesarias que ahora se han unificado. Leo que en las cárceles, por ejemplo, el consumo de droga (una ilegalidad que todos los gobiernos consienten, supongo que para evitar males mayores) se ha puesto por las nubes y las enfermerías amenazan con colapsarse, pero no de contagiados sino de abstinentes. Afuera, en la vida libre, imagino a esos individuos que para garantizar la paz y la armonía del hogar se cuelan al cabo del día varias veces en un bar para meterse un lingotazo con el que seguir adelante. Seguramente su regreso forzoso a las buenas costumbres acabará minando el modelo de vida ideal que con algunos retoques discretos habían conseguido. Cuántos habrán tenido que poner las cartas encima de la mesa, o tienen una botella escondida en el armario del lavabo, o han dejado de encontrarse con la persona que les hacía la existencia llevadera. La intimidad será para ellos más necesaria que nunca, aunque solo sea para ocultar esos momentos de zozobra, de angustia o de desánimo que suelen pillarlos por la calle o en un rincón de la oficina. El hogar es un sagrario del que solemos dejar fuera los agentes tóxicos que nos amargan la vida. En muchos casos se han quedado donde estaban, y quizá sea una buena oportunidad para acostumbrarse a prescindir de ellos, pero en muchos otros se habrán metido dentro y estarán envenenando las paredes. Seguro que hay padres muy dicharacheros cuya familia acaba de descubrir que son tipos taciturnos la mayor parte del tiempo, o al revés, gente por lo general callada que ahora no para de cascar. Hijos que de pronto han encontrado en su casa la felicidad de un aislamiento que hasta ahora tenían que fingir con amigos sobrevenidos y poco interesantes, o que se han liberado del engorroso papel que les tocaba representar en su pandilla y la nueva situación está que ni pintada para cambiar de grupo. Psicólogos perspicaces aconsejaban, para lidiar con el aislamiento, reparar esas pequeñas cosas que no hemos tenido tiempo de hacer, como si este trauma se curara con bricolage. Quizás hablaban del bricolage interior, de los ajustes de nuestra existencia, sacarnos los clavos, lavar la ropa vieja, tomar aliento para no volver a repetir las mismas tonterías. Otros no tendrán nada que arreglar porque los han condenado a su paraíso privado. Esos, cuando vuelva el mundo, lo van a pasar fatal.

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