10.4.20

La contagión, 26


Por la cuenta que me trae, me sería más cómodo decir que debido al esfuerzo tremendo del confinamiento hay que dar por aprobado a todo el mundo. El caso viene que ni pintado para plantearse si merece o no la pena que haya exámenes, o, en un sentido general, la obligación de hacer algo. Lo descubrirán las madres que hayan visto en pocos días dos versiones de sus hijos: estar en casa y aprovechar el tiempo y estar en casa y no hacer nada. La discusión es si prefieren que sus hijos hagan algo o que permanezcan en un letargo de ocio y victimismo. 
Los exámenes, o lo que sea que sirva para evaluar, son la prueba de que la voluntad siempre necesita el estímulo del premio y la amenaza. En todo caso hay gente, bastante, que no la necesita, y ellos han encontrado en el encierro un tipo de normalidad a la que no es difícil adaptarse. En el instituto también están acostumbrados a tener que estar, y a sacar de lo inevitable el mejor partido posible. 
Ya sabemos todos los inconvenientes del encierro, pero nos negamos a reconocer algunas de sus ventajas. No creo que quienes hayan estudiado sus carreras universitarias en la UNED estén peor preparados que quienes recorrían los pasillos de la facultad. No entiendo esta imcompetencia básica que se asigna al hecho de no estar en clase. Estudiar un trimestre cada cual en su casa es una circunstancia tan inevitable como tener que ir al instituto cada mañana, y algo que en la vida real suele pasar. Últimamente, además, el instituto es el único período de su existencia que no está férreamente gobernado por el móvil. Quizás incluso sea un buen tratamiento de shock que algunos se empachen en su casa de teléfono y acaben aborreciéndolo.
Sin medalla no hay carrera, qué le vamos a hacer. En este caso, el único premio posible no es, ojalá, que todos hayan podido ampliar ordenadamente sus conocimientos y su capacidad de reflexión, algo que, más que un currículum escolar, es un modo de ser, sino el hecho de enfrentarse a los límites de su propia voluntad. Si siguen trabajando como hasta que empezaron las vacaciones, señal será de que han sabido construir una normalidad en la excepción. No está entre las competencias básicas pero es muy útil. 

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