27.5.07

MATERIALES MODERNISTAS, 7

A pesar de todo, sigo con Rusiñol. A pesar no sólo de Fabricación Británica, sino de la Vida de Samuel Johnson, que es como comer pipas, si empiezas no paras, y hay que parar. Dejé a Rusiñol en un momento crítico. Sus cuadros de la época de París, todavía, según Pla, con la grisalla Whistler, se banalizaron de goticismo y, sobre todo, de colorines. Es como si el pintor hubiera renunciado de pronto a la condición vital de lo retratado, a buscar en la naturaleza artificial, la naturaleza de los jardines, una manera cómoda y abstracta de alejarse de este mundo en la que la huella del hombre sin embargo es absoluta, desde el momento en que ningún paraje crece así en ningún sitio vivo. Antes, en París, pintaba jardines sucios, patios descascarillados, como el maravilloso patio de la foto; después, metido de lleno en la abstracción del colorín, pinta paisajes contradictorios, jardines impecables, que se nota que están vivos porque no tienen vida. El jardín romántico cuenta con la greña del tiempo. En un jardín romántico no puedes barrer las hojas hasta marzo por lo menos, y las enredaderas hay que dejarlas que se desmelenen, los setos deben ser irregulares, nada de bojes esféricos, con arriates y parterres desordenados, y rincones de sombra, y fuentes con bestiarios medievales. Se trata de que la naturaleza actúe sobre el jardín, invada su condición humana.
Para un hombre tan sentimental como Rusiñol, es raro que pierda el aprecio por los callejones, que abandone los retratos, que ya nunca pinte bragas tendidas, que se sumerja en esa clase de jardines tan francesa en la que todo es humanidad. Allí sí son esféricos los bojes y los aligustres crecen rectilíneos, y abundan los árboles esquemáticos y jamás hay nada muerto, nunca encuentras un rincón oscuro, jamás pisas una hoja seca. Nunca tampoco hay nada vivo, y en eso consiste la presencia del hombre.
De momento me resulta más interesante el Rusiñol de los 90, antes de irse a Italia, y antes de fundar La Meca del Modernismo en Sitges. Lo que Pla no traga bien, pero no por eso deja de entenderlo, es que Rusiñol aceptara una máxima capital del modernismo: la mejor forma de cultivar la hiperestesia es vivir al margen del sentimentalismo, y no hay nada menos sentimental que un jardín francés. Esa distancia, ese permanente desapego, ese vivir al margen construyendo aposentos herméticos es el verdadero modernismo, y una forma, al cabo, de desnudar la realidad, que es de lo que se trataba.
A Pla le molestan los excesos goticistas porque ya están completamente al margen de la realidad. Pla forma parte de esa clase de personas para las que el arte termina donde empieza el decorativismo. Defiende que el impresionismo no es más que una tabula rasa en cuanto a las posibilidades de ser bellos que albergan los objetos de este mundo: no solo son bellos los sentimientos, ni las catedrales, ni los momentos históricos, ni las personas importantes. También es bello, igual de bello, un zapato vacío, unas yerbas del campo, un plato de pescado. Por eso le fastidia un poco el modernismo, porque para él significa dar la espalda a la realidad, crear una nueva, artificial, ajardinada.
Y no es así. Gaudí miraba la naturaleza para que sus diseños fueran compatibles con ella. Me tengo que meter, en cuanto termine con Rusiñol, con un estudio sobre este punto, la inspiración en la naturaleza. Gijs van Hensbergen lo trataba por extenso (lo anoté en la bernardina Brucelosis), no sólo en cuanto a la armonía de formas y el convencimiento de que en la naturaleza no hay líneas rectas, sino en lo que atañe a las estructuras de los edificios. El ejemplo de la bóveda del Park Güell es fascinante.
Quizás haya un punto intermedio en ese desapasionamiento. Desde el momento en que el modernismo es una actitud (y debe serlo), ya está humanizada.
Pero es una lástima que Rusiñol abandonara el retrato. Pla dice que fue por respeto a su amigo Casas, gran retratista. Y también que Casas, por el mismo motivo, dejara de pintar paisajes. Yo me he guardado dos de aquellos retratos, la mujer de La Morfina y el retrato de Utrillo, para imaginármelos vivos.






1 comentario:

  1. me gustaria poder leer todos los comentarios de esta página, lo poco que he leido me ha encantado

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