16.1.08

BARONÍA

Diario de Teruel, 16 de enero de 2008

Estos caballeros malteses que pasaron el otro día por Teruel debieron de quedarse alucinados al entrar en la sala de la Orden de Malta de la Baronía de Escriche y ver el retrato de fray Deodato de Gozón, que a lomos de un caballo blanco cita y hostiga al dragón de Rodas mientras dos finos lebreles acorralan a la bestia, un bicho con cabeza y alas de pájaro, cola y piel de serpiente, y los pies de lobo, y que según algunos estudiosos procede del apareamiento de las lobas con los aguiluchos. En Etiopía, según un tratadista del siglo XVI, son frecuentísimos.
Verían también estos señores el gran mapa de Malta, que tiene forma de escorpión, con el famoso puerto de Marsasiloco, la isla de Fulfula y el castilo de Birchircara, amén de otros 58 lugares de sonoro y peregrino nombre, y que la última vez que lo vi estaba partido en dos por una raja y en medio tenía un bujero como una col de grande. Avanzados como deben de estar los trabajos de restauración, es de esperar que los ilustres visitantes no fuesen pisando, como antaño, cascotes del aljez y catalinas de paseante, y pudieran disfrutar, en otro panel, de la gran carraca de Rodas, con capacidad para más de dos mil marineros, flamante con sus vergas y sus jarcias, sus estandartes y sus gallardetes, sus velas hinchadas al viento y una Crucifixión sobre fondo estrellado que pende del palo del trinquete.
Un orgullo de flota, en fin, que yo aquí fusilo del libro que le dedicó a la Baronía la profesora María Jesús Pérez, hace ya sus buenos quince años, y que ahora, por lo que yo haya podido husmear en nuestras librerías, es ciertamente difícil de encontrar. De modo que no estaría de más, al tiempo que restauran la Casa Grande, reeditar también aquella espléndida investigación, que muchas veces yo he abierto no más que para disfrutar de su rigor meticuloso, de la riqueza de sus comentarios y de la entretenida transparencia de su prosa. Cuando la autora despliega, además, sus vastos conocimientos de botánica -en la descripción de la Sala de los Jardines, por ejemplo-, la lectura se convierte un festín que habría entusiasmado al mismísimo Cunqueiro. Supongo que a estos señores de Malta les regalarían algún ejemplar antes de irse, para que sepan que, aunque la Baronía estaba hecha una ruina, gente muy competente se había ocupado de ella.

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