30.10.08

Nombre

Con frecuencia encuentro más poesía en los libros de ciencia que entre los poetas de salón, y más en los estudios lexicográficos que en los manuales de obstetricia, qué le vamos a hacer. El filólogo José Antonio Saura Rami es en este sentido uno de mis autores favoritos, y no solo por su apabullante rigurosidad en el complicadísimo camino de la onomástica y la etimología, o por la formidable máquina de sus comprobaciones, sino, sencillamente, por lo bien que escribe. Acaba de publicar Los nombres y la tierra, un estudio de la onomástica en tres valles ribagorzanos. Saura busca nombres, los limpia con una escobilla y los somete a rigurosos tratamientos filológicos para estudiar su historia y sus entrañas, y después los deja donde estaban. Busca relaciones entre las personas y las cosas, maneras de señalar, huellas de vida. Y así, de esa hermosa desnudez de los topónimos, y de un océano clásico de fondo, surge, por ejemplo, la bellísima descripción de la zona, o un apartado, “ecolingüística”, donde la literatura sopla con ironía y delicadeza las últimas motas de arena, hasta que los ecos quedan impolutos. Decía Ortega que un libro de ciencia, además de ciencia, debe ser un libro, y no sé qué me da más envidia, si la precisa, sinuosa, tacítea prosa de Saura, sus descarnaduras eruditas, o la seriedad del proyecto en el que lleva tantos años metido.
Es una lástima que al sur de la región no se suela considerar que los nombres de los sitios y de las personas se merecen un proyecto bien orquestado, completo y específico, no vocabularios dispersos y misceláneas anecdóticas. Eso sí que es buscar la identidad, y no repartir panfletos. Y quizá por eso, por pura honradez profesional, Saura Rami arremetió días atrás, en un periódico de la región, contra un nutrido contingente de cantamañanas que de pronto se ha constituido en Academia de l’aragonés, y nombra miembros de número y se presenta en la Euskaltzaindia como autoridad lingüística que se adorna de prerrogativas fantásticas en cuanto al uso y normalización de lo que ellos llaman el aragonés. Las aficiones son libres, pero del nombre se pasa al hecho y en cuatro días estos académicos de Argamasilla están firmando los certificados. Corren vientos de identidad, aires de pompa, bulderos que venden títulos, gobiernos, propaganda, todo eso de que despoja Saura Rami a las palabras para que podamos oírlas mejor.

Diario de Teruel, 30 de octubre de 2008


3 comentarios:

  1. Tienes la virtud de contagiar tus aficiones a tus lectores. Después de leer esta entrada me han entrado urgencias por conocer a Saura Rami

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  2. Anónimo7:39 p. m.

    Podrías aclarar por qué llamas cantamañanas a los miembros de la Academia del Aragonés. ¿A cuántos de ellos conoces?, ¿qué parte de su trabajo no te satisface?

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  3. Anónimo11:42 p. m.

    Gracias per fer sentir una voz que toz deberíam sentir.
    Ribagorzana Universal

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