28.1.21

Anticiclón

Cuaderno de invierno, 39



Esta tierra tiene estas cosas. Por la mañana hay que ponerse el tabardo de borreguillo y a mediodía vas a cuerpo gentil. Disfrutas del sol en mangas de camisa y al atardecer hay que encender el fuego, como si al meterte en casa regresases al invierno. Los árboles, y eso que llevan años soportando esta contradicción meteorológica, vuelven a caer en la misma trampa. La semana que viene no solo florecerán los almendros, seguro que más de un frutal abre sus yemas, lo suficiente para que cualquier noche se vuelvan a helar. Los labradores rezan primero por que no hiele demasiado, y al día siguiente por que no haga tanto calor. 

Faltan pocas horas para febrero pero la Morena ya va de sombra en sombra, su cuerpo no se dará ninguna prisa en echar el pelo del invierno. Hasta entonces, como el tiempo no cambie, pasará calor. Uno está tan tranquilo leyendo a sus escritores nórdicos y afuera parece que estemos en mayo. Le remuerde la conciencia y sale a laborar un rato. El cuerpo está como si no se le hubiera deshecho del todo el hielo a las articulaciones. Los mastines, tumbadazos, escuchan los tañidos de la azada, la cuenta atrás para que se vaya esta calor impertinente. Los días alargan incluso más de lo debido: cuando se pone el sol, uno se enjuga el sudor de la frente con el dorso de la mano, deja en su sitio las herramientas y acude contento al encuentro de la noche, más o menos como los mastines, que cuando ya todo es sombra se levantan, se estiran y ladran un poco como para entonar la voz. Resucitan al frío, y yo, en cierto modo, también. Regresa un sentimiento que también tenía congelado, el cansancio indulgente, como si a partir de entonces cualquier pérdida de tiempo estuviera justificada, al menos hasta que salga el sol y nos volvamos a sentir culpables. Galán aparece de debajo de un seto, con el andar despatarrado y zambo de los que se levantan de la siesta, va con los ojos cerrados al abrevadero y se bebe lo menos un litro de agua. Por el poco entusiasmo que le pone, tiene que estar calentucha. Yo abriría la nevera y me bebería de un trago un trinaranjus de limón, pero lleno un vaso de agua y espero a que se quede más tibia, no me vaya a sentar mal.

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