12.1.21

Hielo

Cuaderno de invierno, 23



Hemos amanecido con unos interesantes dieciocho grados bajo cero. Ya David Haskell hizo el experimento de salir de casa con esta temperatura y desnudarse, a ver qué se sentía. Doy por bueno lo que cuenta en En un metro de bosque, aunque el proceso de atrofia, descoordinación, somnolencia y alucinaciones que conduce a la risa sardónica ya lo había leído en la novela de Tolstoi de la que hablabábamos el otro día. Me limito a sacar a los mastines del invernadero, que han pasado la noche tan ricamente bajo un techo de nieve acristalada. El cubo de agua que les metí no se ha helado, pero el que les dejé afuera es un bloque de cristal. Nos damos los buenos días y cuando salen frescos y alegres Galán se pega un resbalón en la escalera que casi se rompe los colmillos. Y eso que ellos tienen más agarre. A los cinco minutos estaban en un cuadrado de sol que ilumina parte del caminillo. Se conoce que tienen reservas, porque los pájaros no se paran más que un momento en ningún sitio. Si no se calientan con los músculos voladores, como dice Haskell, las plumas no sirven de aislante para semejante frío. En los días de nieve que llevamos solo he visto una bandada de grajos merodeando por los maizales y un pájaro carpintero que volaba entre las ramas y de vez en cuando hurgaba en las grietas de las cortezas de los árboles, por si había algún insecto escondido, pero es verdad que estaba muy poco tiempo y volvía a salir a escape. En verano son difíciles de ver porque se confunden entre el follaje, pero ahora su verde brillante cruzaba por los grises azulados como un pájaro pintado en un fondo sin color.
Poco más he visto antes de meterme otra vez corriendo a casa. Los cipreses, tan resistentes, tan invernales, han virado a un blanco pícea mortuorio, las ramas sostienen cabizbajas bloques marmóreos de nieve. A los aligustres se les han quemado las hojas, ahora son de color morado casi negro, del color de los miembros congelados, y les cuelgan mocarros de hielo. Las varas de las yucas parecen espadas, y las del plumífero están negras, recubiertas de pelusa hexagonal. Las alambradas forman en sus rombos cortinillas blancas y las hierbas son alambres conservados en hidrógeno puro. Pero las cañerías han resistido y no nos hemos roto ningún hueso. Tampoco se puede pedir mucho más.

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