17.11.05

Peine


Hace unos meses, a principios de curso, una señora dio una rueda de prensa para quejarse de que sus hijos no tuviesen plaza en el colegio Las Viñas, creo recordar, y sí la hubieran conseguido "esos que vienen de fuera". Me llamó la atención la descarnada sinceridad de la señora, nada habitual en la derecha española, pero preferí no glosar entonces sus palabras a la espera de que, como se suele decir, saliera el peine.
Pues bien, ya ha salido el peine. Y el peine, lleno de pelánganos casposos, es que la Iglesia católica exige que el Estado financie sus colegios privados con dinero público pero que les reserve el derecho de admisión. A éste lo quiero, a éste no lo quiero. ¿Deseaban los señores alguna cosita más? Es lo que, abundando en expresiones populares, se llama ser chico bien de casa mal, o presumir de tacón y pisar con el contrafuerte.
Motivos para exigir no tienen muchos, ciertamente. Leo en un periódico herético que en el año 2002 no llegó a un 35% el número de contribuyentes que querían dar su dinero a la Iglesia. Leo que en Alemania, mucho más prácticos, el que recibe el bautismo debe pagar la financiación eclesiástica, o de lo contrario pedir la apostasía. El resultado es que la Iglesia alemana está más saneada que la española, y ningún ciudadano paga creencias ajenas ni privilegios de casta. Y en Alemania se puede ser cristiano. Por poderse, en Alemania se puede hasta llegar a Papa.
Con todo, una vez que ya tenemos el peine, que ya se ha visto el pelo de la dehesa, quizá se pudiese discutir de educación. De cuáles son los recursos necesarios y la gestión más eficaz, y de cómo se trata de educar individuos, no capillas ni bolsas de marginación, y de cómo se cumplen las leyes. Y después de toda esa importante discusión que siempre andan tapando con la asignatura de marras, se podría también reflexionar sobre la exhibición moral que está dando la parte más estridente de la Iglesia católica y de su rapidez de reflejos ante la incorporación de ciudadanos extranjeros. Su instinto de protección, que es lo primero que salió en la foto, y lo que más se tardará en borrar.

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